Capítulo 35

7.1K 1.2K 299
                                    

Dedicado a todas las mujeres que luchan, que aman, que sufren, que gritan, que lloran

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Dedicado a todas las mujeres que luchan, que aman, que sufren, que gritan, que lloran.
Dedicado a todas nosotras.
No le voy a desear feliz día a ninguna de ustedes, les diré que nunca dejen de amarse, de respetarse a sí mismas y de apoyarnos entre nosotras.

Adrian fue muy puntual, apenas di un paso fuera de mi facultad, lo distinguí en la esquina de la calle, junto a su lujosa moto.

Él no hizo ningún gesto, ni siquiera movió su brazo para indicarme que estaba ahí. Solo hicimos contacto visual. Yo caminé, y él esperó.

—¿Ansiosa? —preguntó, entregándome el casco nuevamente.

Me lo puse, y lo miré con entusiasmo.

—¿Debería? —inquirí.

—Sí. —Este chico nunca se andaba con rodeos. Encendió el motor y lanzó una advertencia, antes de echarse a andar—. ¡Sujetate!

Abandonamos el campus a toda velocidad, mientras yo me agarraba tan fuerte como me era posible. Por un momento, tuve miedo de estar asfixiandolo, pero luego caí en cuenta de un hecho que pasé por alto durante todos nuestros viajes. El abdomen de Adrian era firme, bien trabajado, y de hecho, a simple vista podría jurar que en su cuerpo existía más músculo que grasa, pese a que no parecía alguien que concurriera muy seguido al gimnasio.

¿Acaso había hecho algún trato con un dios?

Una lástima que no pudiera preguntarle si había hecho un trato con Afrodita para que le diera buenos abdominales. ¿O quizás había sido Eros?

Y entonces un recuerdo atravesó mi mente como un rayo, cuando siendo Sabrina descubrí a Adrian besándose con un chico en mi jardín.

Sin embargo, ese chico nunca se había vuelto a presentar, es más, la única persona con la que Adrian se había presentado alguna vez era Eros.

Eros, el mismo que me atendió en una boutique cuando quise renovar mi armario, para luego desaparecer al día siguiente, y reaparecer en el parque, en el café, en el concierto, y con un bigote extraño, para evitar ser reconocido, pero aún así...

Pegué un grito cuando aflojé mi agarre y por poco caigo.

—Afirmate —gritó Adrian, pero aun así redujo la velocidad.

Estaba demasiado aturdida para responder.

Eros, quien seguramente era el mismísimo dios griego, y que tenía una contetura idéntica a la del desconocido que se besó con el amigo de mi hermano, en mi propia casa.

Y era curioso pues, Afrodita me había enseñado que los dioses disfrutaban besar para cerrar sus acuerdos.

¡Adrian había hecho un trato con Eros!

En ese momento llegamos a su casa, la moto se detuvo, y Adrian intentó bajarse, pese a que mi cerebro había olvidado enviar la orden de soltarse a mis manos, y yo seguía agarrada a él.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now