𝘼𝙣𝙣𝙚

966 79 12
                                    

Sebastian

—Eres un tonto, Stan.— ella rió. Que curioso, siempre decía eso después de contarle una de mis ocurrencias.

—Tenía que contártelo.— me encogí de hombros sonriente.

Ella siguió riendo y la miré detenidamente. Cuando reía, sus ojos se achicaban, y sus mejillas se sonrojaban ligeramente. Era simplemente hermosa.

—Oye...— llamé su atención.

Me miró atentamente.

—Quiero que conozcas a mi mamá...—

Inmediatamente sonrió ampliamente.

—Me encantaría.— acarició mi mejilla.

Le sonreí y besé sus labios castamente.

—Te amo.— susurré sobre sus labios.

—Yo más.— rió.


Sonreí mientras mi dedo índice acariciaba su foto. Era uno de mis gustos culposos. A pesar de lo que Anne y Nate me habian hecho, no podía negar que era una mujer muy bella y jamás la olvidaría.

Días antes de tal esperado día donde la llevaría a conocer a mi familia, mi madre murió. Días después me enteré de lo que pasaba entre Anne y Nate. Fue muy duro sobrellevar esos dos asuntos al mismo tiempo, pero pude hacerlo.

Al principió me sentía muy solo, no tenía a nadie porque, para variar, Nate se había encargado de hacerme ver mal con todos. Creí que con el tiempo eso sentimiento se iría, y lo hizo. Se fue.

Pero cuando Sofía confesó en cómo creía que yo era, esos sentimientos volvieron. No me gustaba admitirlo pero me sentía muy mal, en especial porque esas palabras venían de ella.

Lo único que me quedaba era olvidar todo esto, aunque me sería un poco difícil.

Dejé la foto a un lado y alguien tocó la puerta de mi habitación. Abrí la puerta y no había absolutamente nadie, hasta que sentí como alguien jalaba mi pantalón, miré hacia abajo y... Rosie.

—Princesa.— reí.

Me sonrió dulcemente y entró a la habitación.

—¿Qué haces aquí, Rosie? ¿No deberías estar con tu mamá?— levanté una ceja.

Ella solo hizo un puchero mientras negaba.

—Bueno...— suspiré y me acerqué a ella, sentandome en el piso.

La caja donde estaban las fotos estaba abierta y algunas de estas estaban fuera, Rosie lo notó.
Tomé las fotos sueltas y las guardé, no quería que Rosie las viera.

—Tío...— su pequeña voz llamó mi atención. La miré mientra cerraba la caja.

—¿Estás triste?— ladeó la cabeza.

—¿Por qué lo dices, mi niña?— reí nervioso.

Ella se sentó a mi lado, no noté que traía a su muñeca en las manos.

—Es que siempre que abres esa caja, te ves triste...— con su mano señaló la caja.

Sonreí, ella era muy observadora.

ꜱᴏꜰɪᴀ, ʙᴜᴛ ʏᴏᴜ ᴄᴀɴ ᴄᴀʟʟ ᴍᴇ ꜱᴏꜰɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora