𝙎𝙝𝙖𝙢𝙚

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Omniciente

El rumano junto con su amigo entraron al bar, el pudo reconocer a varias caras conocidas, algunos viejos de sus amigos de la universidad.
Ambos pidieron sus respectivas bebidas

—Necesitaba ésto, ya no aguantaba estar ahí encerrado.— Sebastián suspiró mientras tomaba un sorbo de su cerveza.

Después de lo sucedido con Anne y su madre, había pasado casi dos semanas en su casa, solo. No tenía las ganas suficientes de salir y enfrentar todo el solo. Hasta que decidió que fue buena idea salir con su amigo. Fue un gran alivio haber sentido el aire fresco en su rostro después de días de estar deprimido.

—Es bueno saber que estas de regreso...— su amigo sonrió ligeramente.

El igualmente sonrió, estaba feliz de volver a salir, necesitaba un respiro.
Sebastián comenzó a platicarle ciertas cosas a su amigo, como se había sentido y todo lo que había pasado, pero el contrario solamente de vez en cuando se removía incómodo y miraba hacia todos lados, sin prestarle mucha atención. Sebastián lo notó y lo miró extrañado.

—¿Qué tienes?— preguntó preocupado.

—Todos te están mirando...— susurró incómodo.

Sebastián se confundió aún más y miró hacia todo el bar.
Como varios de sus viejos amigos estaban alli, pudo notar sus miradas intensas e incómodas sobre el.

—¿Qué pasa...?preguntó extrañado.

—N-No... ¿No lo sabes?— preguntó temeroso.

Sebastián negó confundido y espero a que el hablara.

—Se enteraron de que tu... Bueno, que te metiste con la pareja de tu primo...— susurró.

Sebastián entreabrió sus labios incrédulo y rió extrañado.

—¿Q-Que? Pero eso no pasó, yo no... Tu sabes que pasó ¿No?— sonrió ligeramente.

Su amigo bajó la mirada avergonzado y se removió incómodo.

—N-No... O sea tu... ¿Tu crees que yo hice eso?—

Su amigo se quedó completamente callado, confirmando lo que Sebastián se temía.
Sintió un dolor en su pecho, su amigo lo veía como un traidor.

P-Pero no fue así, no... Nate, el...— balbuceo nervioso.

Miró hacia todos lados con incomodidad. Podía sentir el desprecio y decepción en esas miradas. El dolor en su pecho se incrementó.

—Yo... M-Me tengo que ir...— tragó el gran nudo en su garganta y se levantó avergonzado, para irse de allí.

Con manos temblorosas marcó el número de la rubia, hasta que ella respondió.

—Gina, ¿P-Puedo ir a tu casa?— dijo a la vez que una lágrima bajaba por su mejilla.



—¿Crees que si le guste?— Sebastián mordió su labio con nerviosismo mientras abría la gran caja que Gina le había mandado.

ꜱᴏꜰɪᴀ, ʙᴜᴛ ʏᴏᴜ ᴄᴀɴ ᴄᴀʟʟ ᴍᴇ ꜱᴏꜰɪWhere stories live. Discover now