Capítulo 67.

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Con el corazón latiendo desbocado por el miedo, Leo se arrodilló junto a su hermana. Con manos temblorosas, posicionó sus palmas en el centro del pecho de su hermana y comenzó a realizar compresiones torácicas con fuerza y determinación.

Buscaba desesperadamente traer de vuelta la vida nuevamente a su hermana. Entre compresión y compresión, rogaba en silencio para que su hermana despertara, aferrándose a la esperanza de que su esfuerzo pudiera salvarla.

Mientras tanto, Abril y Angelo observaban con angustia, sus ojos llenos de esperanza y temor por el destino de Gabriella.

Leo continuaba con los intentos de reanimación, su voz quebrada por la preocupación, suplicando en un susurro:

—Por favor, Gabriella, despierta. ¡No me dejes otra vez!

Abril y Angelo se unieron en súplica, clamando al universo por un milagro, por un destello de luz en medio de la oscuridad. Pero, Leo intentó e intentó prácticamente hasta cansarse, pero ella no parecía dar respuesta.

—No, no te detengas —suplicó Abril—. Por favor, Leo.

—Papá, por favor, no te rindas —exclamó Angelo con voz entrecortada, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con escapar.

Leo intentó una vez más, negándose rotundamente a dejar ir a su hermana sin tener la oportunidad de pedirle perdón.

—Gabi, hermanita, escucha mi voz, por favor —suplicó Leo con los ojos llenos de lágrimas, buscando desesperadamente una señal de vida en el rostro pálido de su hermana.

Leo, agotado y abrumado por la emoción, finalmente se rindió y comenzó a llorar en silencio, con la esperanza destrozada.

—¡No! —exclamó Leo derrotado y cansado— La perdí otra vez.

—No —Angelo puso ambas manos para hacer presión nuevamente—, esto no puede terminar así.

Este sería el último intentó, ya no habría más esperanzas.

—¡Tía! —Angelo también animaba a su tía— ¡Eres una cabrona! ¡Una reina de la mafia! ¡Ya te liberaste de la muerte muchas veces, esto no es nada!

El silencio angustioso se vio interrumpido por el sonido ronco y entrecortado de la tos de Gabriella, quien finalmente abrió los ojos en medio de la penumbra. Su pecho se agitaba con cada bocanada de aire que intentaba tomar, el humo aún presente en sus pulmones provocaba una sensación abrasadora y una tos profunda que rasgaba su garganta.

Leo y los demás, con el corazón en un puño, observaron con alivio y preocupación mezclados en sus rostros mientras Gabriella luchaba por recuperar el control de su respiración. Sus ojos, enrojecidos por las lágrimas y el humo, parpadearon lentamente, tratando de enfocarse en la figura borrosa de su hermano.

—¿Leo? —su voz, quebrada y débil, resonó en lugar, creando un puente entre la oscuridad del inconsciente y la incertidumbre de la realidad que la rodeaba.

Leo se inclinó hacia ella con los ojos llenos de lágrimas y alivio, respondiendo con voz temblorosa —Déjame saber que todo esto no es un sueño.

Gabriella dejó escapar un susurro entrecortado al reconocerlo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Con voz temblorosa, dijo su nombre: “Leo…” Y en un acto impulsivo de emoción y gratitud, se lanzó hacia él, abrazándolo con fuerza, sintiendo cada latido de su corazón como una melodía esperanzadora en medio del caos.

—De verdad, perdóname —Gabriella fue la primera en pedir perdón—. No quería que nada de esto pasara, te lo juro.

—Ven —dijo Leo mirando sus manos ensangrentadas—, tenemos que ayudarte. Tranquila, estarás bien.

—¡Leo! —gritó Gabriella una súplica— Lily.

No vio a su pequeña en ningún lado y sabía que tenía que encontrarla a toda costa antes de que le quitaran la vida porque entonces, la perdería para siempre.

—Gabi, no —Leo no sabía qué decirle—, no sabemos dónde está Lily.

—Pero, tenemos que encontrarla, Leo —en su mirada podías notar que su corazón se estaba haciendo pedazos—. No puedo vivir sin ella.

Ninguno de los presentes sabía del paradero de Lily, el helicóptero sobrevolaba la zona, pero no veía rastro de ellas. Esperanza y Madeline, por otro lado, estaban demasiado afectadas por todo lo sucedido.

—Yo sé a dónde fueron…

El gato al que solo Gabriella y Lily podían escuchar, parecía saber del paradero de Lily. Él era la única esperanza ahora.

—Sé dónde podríamos buscarla.

Ante esto que dijo Gabriella, todos se quedaron perplejos, ¿cómo es que de repente sabía hacia donde se dirigía la María? Bueno, sea cual sea la razón, no tenían más opciones.

El amanecer estaba llegado y así sería mucho más fácil encontrarlas. Tenían todo lo necesario para llegar a la zona con mayor rapidez.

El helicóptero descendería en un lugar cercano a Villa Rosa por orden de Gabriella que estaba recibiendo órdenes de su gato.

Se bajaron armados hasta los dientes, mientras helicópteros sobrevolaban la zona. Para ese momento, María tenía planeado ir a la frontera con Venezuela, ¿por qué? No se sabe.

Estaba escondida cerca a las orillas de un río mientras tenía a Lily atada a un árbol y amordazada. Mariana también estaba atada, pero su boca ya fue cubierta, ya que no podía hablar y en ese momento no representaba amenaza alguna.

Estaban en un pequeño agujero natural, por así decirlo, escondidas. María no tardó en escuchar uno de los helicópteros, pero ella pensaba que Gabriella ya estaba muerta y los demás estaban bajo el poder de la DEA.

Los frondosos árboles hacían difícil la búsqueda de ellas, pero todo cambiaría cuando Mariana vio a lo lejos Abril.

En ese momento olvidó su condición e intentó gritar, pero no pudo. Lo único que ganó con eso fue recibir golpes y burlas por parte de su prima.

—¿Qué pretendes? —preguntó Daniele mientras se burlaba de ella— No te va a escuchar.

Cuando Mariana dirigió con tristeza y decepción la mirada hacía Lily, era como si le dijese “tú puedes hacerlo”. Si no aprovechaba esta oportunidad, sería muy tarde.

Quería gritar el nombre de su amada, pero su voz no salía, y tenía miedo de que se siguieran riendo de ella.

“Eres una completa incompetente”. Los comentarios de su tía y su prima la hacían llorar, pero sabía que si era ahora, no sería nunca. Ella cerró sus ojos con fuerza antes de intentarlo una última vez.

Fijó su mirada en el amor de su vida, quien las buscaba con desesperación sin saber su paradero. Mariana encontró su fortaleza en ese gesto, en la certeza de que estaban siendo buscadas y en la convicción de que solo dependía de ella el reunirse nuevamente. En ese preciso instante, el final feliz de esta historia reposaba en sus manos, o más precisamente, en su voz.

Mariana acumuló toda la fuerza necesaria, reuniendo sus últimas reservas de energía. Sus ojos brillan con determinación mientras su voz, antes silenciada por la afasia resuena con una fuerza que nadie se esperaba.

—¡Abril!

Aquel grito rompió el silencio con una intensidad que hizo que todos se detuvieran en seco.

—¿Escucharon eso? —preguntó Abril dirigiendo su mirada hacia el lugar de donde provino el grito— ¡Por allá! ¡Cerca de la orilla del río!

—Bueno, ¿y qué estamos esperando? Vamos —dijo Gabriella tomando la iniciativa, después todos la siguieron.

Mariana podría estar pagando con su vida lo que acababa de hacer.

Sangre Y Poder 2 (chicaxchica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora