Capítulo 70.

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Advertencia: Este capítulo contiene escenas de tortura, que, aunque no son extremadamente explícitas, podrían resultar incómodas para algunas personas. Te recomiendo discreción al leerlo, especialmente si este tipo de contenido te incomoda. Si prefieres evitar estas escenas, te sugiero omitir este capítulo.

—Dani, ¿a dónde con tanta prisa?

Daniela se paralizó, no solo porque la habían encontrado, sino porque la persona que la había encontrado era Mariana y tenía un arma.

—Mira, no vayas a cometer una locura —dijo Daniela conociendo los miedos de Mariana—. Además, ni siquiera sabes usar esa arma.

—¿Por qué tenías que ser tan cruel conmigo? —preguntó Mariana con tristeza—, yo jamás te haría daño.

Eso hizo que Daniele sintiera que podría librarse de eso, pensaba que fácilmente podría manipular a su prima y salirse con la suya.

—Prima, lo siento mucho —dijo de la forma más falsa posible—. Tú sabes que todo fue simplemente influencia de mi madre…

—Bravo, bravo, bravo —dijo Abril apareciendo y parándose justo en frente de Daniela—. Pero, no te vas a salir con la tuya, maldita perra. A ella no es a quien le tienes que rogar perdon, es al karma y desafortunadamente, el karma no perdona a nadie.

Cuando se dio cuenta, estaba rodeada por Madeline, Angelo y varios hombres más. Dejándole claro que no tenía ningún lugar a donde ir.

—¿Vas a dispararme? —preguntó Daniela a Mariana cuando por primera vez le tuvo miedo.

—¿Disparar? —preguntó Abril burlándose de ella— No, eso sería demasiado amable. Yo hago otro tipo de cosas, el sufrimiento que voy a incluir en ti no se puede expresar en palabras… pero no te preocupes, algo de ti se quedará conmigo —sonrió cruelmente—. Déjame pensar, tu columna vertebral.

Después de escuchar eso, Daniela se dejó caer al suelo y suplicó. No a Abril sino a Mariana.

—Mariana, por favor, perdóname —suplicó—. Haré lo que sea.

—¡Atenla! —ordenó Abril luego de que Mariana se negara a perdonar a su prima—, el perdón es una cosa Daniela y actúa a su manera. El perdón no tiene peso en las decisiones del karma.

Mientras la ataban a uno de esos árboles, Abril continuaba con su discurso. Hace mucho no torturaba a alguien y era algo que le encantaba.

—La felicidad es injusta, ¿sabes? —preguntó Abril con una sonrisa— A menudo se olvida de aquellas personas que la merecen. Pero, el karma, el karma jamás olvida a quien lo merece; tarde o temprano lo encuentra y no sé qué mal hiciste en tu vida pasada como para que tu karma sea yo.

Abril pretendía que Daniela pasara por lo mismo que pasó Mariana con la cuerda en su cuello, pero antes debía sufrir.

La navaja tan cerca de la boca de Daniela solo era por una razón, un corte desde esa parte que se extendía casi hasta el punto de llegar hasta sus orejas. A lo que Abril la llamó Guasón, ya que la sonrisa de este personaje se dibujó en el rostro de Daniela y con su propia sangre, la cual se derramaba por su cuello, haciendo ver más aterradora la escena.

Los escalofríos recorrían la espalda de quienes presenciaban aquel acto de desesperación, congelando el aire a su alrededor y dejando una estela de horror. El eco de los gritos de Daniela perduraban en el silencio, impregnando el ambiente con una energía oscura y perturbadora que parecía no desvanecerse nunca. Eran gritos que trascendían lo físico, un lamento eterno que resonaba en el alma de todos los presentes y subirían a cualquiera a un abismo de temor y angustia.

Su propia sangre está haciendo que le cueste respirar…

—Daniela, ¿podrías decirme que se siente que te aten en medio del bosque y te pongan de puntitas en una banca con el riesgo de ahorcarte?

Abril la observó allí, sin sentir la más mínima pizca de piedad. Mariana, por otro lado, prefería mi ver este tipo de cosas, esto a ella la traumaría.

—¿Qué tal si agregamos fuego? —preguntó Abril— Para algo debemos utilizar la gasolina, ¿no te parece? En lo personal, no me gusta desperdiciar nada.

Imagina la situación de Mariana, pero estando con un dolor en el rostro, una cortada que a simple vista parecía como si te hubiesen dividido el rostro y además el fuego que haría que el tiempo en el que Daniela esté colgada quizás sea más corto.

Sin mencionar el hecho de que Angelo disparaba en lugares específicos, no para que la banca se cayera, sino para asustar a Daniela.

—Resiste —dijo Angelo acercándose a Abril.

—Lo sé —respondió Abril—, pero no me importa si no termina colgada. Para mí también sería un placer que el fuego la desintegrara hasta los huesos.

Pero vamos, en esa situación ningún ser humano resistiría mucho. Pronto, cuando las llamas ya se habían alzado lo suficiente como para alejar a los demás, Daniela terminó con sus pies suspendidos a algunos centímetros del suelo. Antes de que las llamas la cubrieran por completo, se vio una imagen difícil de olvidar: una chica colgada, en medio del bosque, en medio de las llamas pero con una auténtica sonrisa de sangre… Mr. Guasón.

A María, por otro lado, no me iría mejor. Después de estar mucho tiempo siendo sumergida en el agua. Sumergían su cabeza en el agua hasta el punto en el que se quedaba sin aire después la sacaban y lo volvían a hacer, prolongando el tiempo.

Gabriella solía hacer una cosa, considéralo muy doloroso. Porque el simple hecho de doblarte una uña a veces puede ser doloroso, porque el simple hecho de que deban sacarte un diente es doloroso. Así que, el hecho de que prácticamente arranquen una por una tus uñas con un alicate ha de ser una tortura.

Los gritos de María resonaban en el lugar, retumbando como si fueran un eco de su propio dolor. Eran aterradores, desgarradores, llenos de angustia y desesperación.

—¡Ay, cómo me gusta! —había pasado tiempo, Gabriella no recordaba cuando le gustaba esta sensación… los gritos de miedo de aquellos que terminaban siendo sus víctimas.

Cada grito era como un puñal clavándose en el corazón, agudo y penetrante, haciéndola sentir que su alma se desgarraba en pedazos.

A su hija le dibujaron una sonrisa con la que el diablo le dará la bienvenida en el dinero, ella perderá la suya. Poco a poco, en agonía.

El sonido era gutural, casi animal, como si cada grito viniera desde lo más profundo de su ser, desde un lugar de sufrimiento inimaginable.

—Esto —expresó Leo—… esto es. Bueno, de repente están vivas y supongamos que a nadie le importa. ¿En serio nadie se pregunta cómo?

—Cosas que tienen que ver con otro mundo, ángeles y demonios, ese tipo de cosas.

—¿Ese gato acaba de hablarme? —preguntó confundido y a la vez muy asustado.

—Digo —respondió el gato lamiéndose una pata—… miau, meow o como sea.

—La última vez que estuve despierto, los gatos no hablaban, pero, ¿qué clase de magia negra es esta?

La conversación se vio interrumpida cuando los gritos de María regresaron, eran gritos que helaban la sangre, que ponían los vellos de punta y erizaban la piel, recordándole a María lo frágil que era su humanidad, lo desgarrador que podía ser el karma.

Cada grito era un recordatorio de su dolor, un eco de su sufrimiento, una manifestación de lo que se merecía. Y, sin embargo, a pesar de todo, María seguía gritando, desahogando su dolor en cada sonido que escapaba de sus labios, buscando una salida a su tormento.

Los gritos de María eran su única forma de comunicar el dolor que no podía expresar con palabras, una melodía de agonía que resonaba en el silencio del lugar, marcando su camino hacia la muerte y eran increíblemente satisfactorios.

Sangre Y Poder 2 (chicaxchica)Where stories live. Discover now