Contando estrellas desde un sillón rojo.

42.9K 2.7K 258
                                    


#Marcos

- Entonces, ¿que pasó con ella? - sonrío un poco al escuchar a mi mujer. - ¿Qué? ¿De qué te ríes? ¡No te rías de mí.

-Nunca vas a dejar de ser tan preguntona -le digo divertido mientras cojo su cuerpo y la pego al mío para darle un beso y dejarla tendida sobre mí. Cara a cara y con sus brazos sobre mi pecho, cruzados para poder poner la cabeza sobre ellos.

-Bueno, ¿me vas a contestar ya o no? -Oh, oh, ahora está de broma, pero será mejor que le conteste antes de que se pique de verdad.

-Nunca he vuelto a saber nada de ella, y mi hermano Raúl, tampoco. Liliana y Tomi ni siquiera lo saben, y dudo que mi madre se lo llegue a contar a alguno algún día. Ellos viven mejor en la ignorancia, pensando que su padre es un hombre serio, y ya.

-Son niños muy buenos, menos mal que nacieron. Los niños siempre traen alegría. -La miro hablar, con sus veinticuatro y la misma inocencia que cuando era adolescente. Estoy cocido por las pelotas con esta mujer. No hay otra igual, no hay otra para mí. El día en el que Dios la hizo, la moldeó a mi manera, nadie podría encajar conmigo como ella ni en un millar de años.

-La verdad, es que no sé si ya te lo conté... El hecho es que mi madre se ha pasado muchos años intentando arreglar su matrimonio, y casi lo consigue cuando nació mi hermana, pero a mi padre no le hizo ninguna gracia que fuese niña.

- No -escucho decir a Mía. Seguro que se siente triste, ella tenía una extraña debilidad por los niños incluso antes de ser madre.

-Después nació Tomi, para ese entonces Raúl ya había hecho su vida lejos de nosotros y del ambiente tan depresivo que había en nuestra casa. Mi padre no me quería, tampoco se moría por hacer feliz a mi madre, ni se preocupaba por el bienestar de mis hermanos pequeños. Y estoy seguro de que a día de hoy se sigue lamentando por no seguir con aquella mujer.

- No se merece la familia que tiene, sin más. -La miro, desnuda sobre mí y escuchando mis problemas.

- Y por eso nosotros no vamos a ser así. Tú nunca me vas a dejar ser así, y si algún día me paso de imbécil y la cago de verdad, cogerás tus cosas y te alejarás de mí tan lejos como puedas.

-Marcos, para. Ya hemos pasado por bastante y aquí estamos, basta ya.

-Tienes razón, porqué no mejor me das un beso. -Entonces Mía se mueve sobre mí, creo que ha entendido por completo lo que quería. Así mis manos por sus caderas hasta encontrar el fino hilo del tanga. Sabe que me vuelve loco, así que tiro un poco de él haciendo que la tela presione sobre sus partes, a lo que ella suelta un gemido. Siento de un momento a otro sus manos presionando mi rostro contra el suyo, atrayéndome a ella.

Aprieto mi agarre en su cintura hasta no dejar ningún espacio entre su cuerpo y el mío, puedo notar el hueso de su cadera mientras la toco, pero no me centro en eso. Mis manos recorren ferozmente su cuerpo, pasando por su cintura hasta llegar a su jodido e irresistible culo. Mi lengua y la suya se encuentran entre beso y beso, su pezones duros contra mi pecho me obsesionan. Pienso en ellos mientras le beso, mientras la toco, así que no me lo pienso dos veces y le quito el maldito camisón que lleva torturándome desde hace unas horas.

- ¡Marcos cuidado! ¡Me vas a romper el camisón y es nuevo!- me dice gritando como puede. Tampoco es plan de despertar a nadie.

-Joder nena, perdón. Es tu culpa, te juro que llevo toda la noche pensando en arrancártelo y...

- ¡Mami! ¡Papi! -No puede ser. Mierda. Joder. ¿Qué hora es?

- Dime que has echado el pestillo- dime Mía desafiante mientras se quita de encima Mía y se vuelve a poner el camisón. El diminuto camisón.

-Pues claro que lo he puesto, joder. -Intento calmarme cuando veo la mirada que mi mujer me lanza, pero me cuesta. Joder si me cuesta. Estoy como una moto.

- Date prisa en ponerte algo. Olivia habrá tenido una pesadilla. - Le hago caso sin rechistar y me pongo el primer pantalón que veo por allí. Unos vaqueros. ¿Quién se pone vaqueros por la noche Marcos? Más vale que mi hija no se de cuenta.

- Mami... - Está vez levantó la cabeza rápidamente cuando escucho un sollozo en la voz de mi hija.

-Ya está mi vida. ¿Qué pasa? ¿Has tenido una pesadilla? -Observo como mi pequeña niña asiente con la cara llena de lágrima mientras Mía la coge en brazos. Bueno, a ella, a uno de los bebés que les compré y su pequeña gasa. Madre mía, quien me iba a decir a mi hace unos años que iba a presenciar algo así.

- ¿Quieres contárnoslo? -digo acercándome a ellas mientras Mía sonríe. Por lo menos mi amigo se está calmando poco a poco.

- No, papi. -Y de repente Olivia extiende sus pequeños brazos hacia mí para que la coja, lo cual hago instintivamente aunque un poco sorprendido. Creo que hasta Mía se ha sorprendido. Ninguno nos esperábamos que quisiera consolación por mi parte.

- Está bien, ¿quieres intentar dormirte con nosotros? -pregunto como buen padre. Joder, lo estoy haciendo lo mejor que puedo. Y creo que no voy tan mal encaminado cuando veo a Mía con una sonrisa de oreja a oreja mirándonos.

- ¿Podemos ver las estrellas como "hacemo con mamá"?- me río por como se ha expresado. Demasiado bien se portaba y hablaba para ser tan pequeña...

-Se refiere a que nos sentemos en el sillón los tres para verlas. -Asiento con la cabeza y dejó a mi hija en el suelo para abrir las cortinas y sentarme en ese sillón. No sé cómo íbamos a caber ahí los tres.

- Estoy esperando -digo girando mi cabeza para mirarlas. Olivia se ríe y viene corriendo hasta mí para sentarse en mis piernas, pero yo la freno con delicadeza para no ofenderla. Es igual de susceptible que su madre. -Espera cariño, primero mamá.

- Qué tonto eres -responde Mía sonriendo mientras coge la mano que le extiendo y se sienta de lado sobre mí, como si fuese un bebé con la cabeza apoyada en mi pecho.

-Venga mi vida, ahora tú. -Ponemos a Olivia sobre Mía y las rodeo todo lo que pueda con mis brazos, pegándolas a mi cuerpo cuanto puedo. Y así pasamos algo más de una hora, con Olivia preguntando cosas de las estrellas mientras contestábamos todas las que podíamos hasta lograr que se quedase dormida.

- Es preciosa -dice Mía acariciando el rostro de Olivia. Asiento y respiro. Esta es la estabilidad que necesitaba en mi vida. Mi mujer y mi hija, aunque sea para contar estrellas.

-Ahora entiendo porqué te encanta este sillón. A mí también me gusta, mucho.

VOLVER A TENERTE. (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora