Capítulo 15

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IL PROFUMO
(El Perfume)

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-¿El Perfume? ¿En serio? -se quejó Bianca Mattu, desilusionada-. Ese libro lo leí hace como... dos años.

Anneliese puso los ojos en blanco. Era lunes, aún no se hacían ni las siete de la mañana y su amiga estaba agitándole el periódico en la cara.

-En serio: te publiqué esto porque ya no había tiempo de que escribieras otra cosa. Con lo lenta que eres.

Como de costumbre, Anneliese le había enviado su reseña a último momento. Esta vez, la falta de inspiración no la había detenido; en esta ocasión, toda la mañana del domingo había padecido una terrible resaca y, luego, ya por la tarde... le había sido difícil pensar en otra cosa que no fuera el aroma de Angelo, en el calor de su cuerpo, en la suavidad de su ropa, en la manera en que la acariciaba y... terminó escribiendo una reseña sobre un libro cuyo título incluía ésa palabra que flotaba y envolvía su mente: El Perfume: la historia de un asesino de Patrick Süskind.

El perfume... el de Angelo.

Ése que la había embriagado aún más de lo que ya estaba, ése que parecía haberle envenenado el alma y había hecho incluir en su reseña palabras como: «erotismo», «personalidad», «fuerza», «distinción», «sensualidad», «... una promesa muda, una vivencia exquisita, y la mejor forma del recuerdo», «El despertar de los sentidos y de la libido...» y no se dio cuenta, hasta esa misma mañana, cuando leyó su reseña publicada en el periódico, de que había descrito todo cuanto Angelo le hizo sentir, al abrazarlo.

Se sintió avergonzada..., pero no arrepentida.

-Recomendé un libro que a mí me pareció adecuado -declaró Annie, irritada-. Si quieres que recomiende tus preferencias, pásame una lista.

Bianca puso cara de enfado y parecía a punto de replicar algo más, cuando Annie la interrumpió:

-Ay, por Dios, ¡déjame en paz, Bianca! Me duele la cabeza.

Laura se rió:

-¿Los ositos aún toman venganza, ama? -le preguntó.

Annie la miró con cansancio. Laura había seguido con eso de la «ama» y aunque generalmente era graciosa -y hasta útil, mandándola a conseguirle jugo cuando tenía sed-, en ratos la despreciaba tanto como lo hacía Jessica. En ese momento, sospechaba que ella había tomado una fotografía suya, ebria de ositos de goma, y se la pasó a Bianca, quien la publicó en la sección Social. Desde luego, ella no mencionó nada sobre el vodka que contenían las gomitas, pero el rumor se extendió rápido.

-Sí, venganza... -se obligó a responder Annie-. Y ya no me llames «ama».

-Como usted mande, ama. ¿Le traigo más ositos?

Jessica se rió:

-¿Y tú de qué te ríes? -espetó Annie a su prima-. Tú te pusiste igual que yo, o peor.

-Pero a mí no me tomaron fotos -le recordó, con una sonrisa de superioridad.

Y llegándose el primer descanso fue lo peor: Lorenzo le regaló una bolsa de ositos -sin vodka-, y ya que Annie no los aceptó, Raimondo cogió uno, lo lamió y se lo pegó en la frente -sujetándola por la nuca, para que ella no escapara-.

-Eres un idiota, Raimondo -le espetó, cuando él la dejó, quitándose la gomita.

Y, lo único que consiguió, fue que los gemelos, Jessica, e incluso Bianca y Laura, lamieran más gomitas y se las pegaran por todas partes. Los vellitos rubios de sus antebrazos, al final, estaban pegajosos y de muchos colores. Los odió a todos, pero Angelo también se rió, lamió un oso rojo, se lo pegó en una mejilla y... Annie no pudo evitar reírse con él.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora