[3.2] Capítulo 6

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UNA NUOVA ALBA

(Un nuevo amanecer)

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Aquel día, Angelo Petrelli había tenido sus clases universitarias en uno de los hospitales de los Fiori; había sido un día de prácticas a las que ya estaba habituado a regresar a casa, con Annie y, antes de tocarla —más allá de un beso casto—, sacarse la ropa y darse una ducha, previniendo contagios de posibles enfermedades que se hubiesen adherido a su ropa y piel, sin embargo, aquella tarde, al bajar de su Maserati, en lugar de ir directo a buscar a su hermana y luego a la ducha, se detuvo para responder una llamada de su prima Lorena.

Corrió escaleras arriba y entró a su recámara con la misma premura; en apariencia, como siempre, lucía él tranquilo... pero su corazón estaba agitado y su respiración se había acelerado.

Anneliese jadeó al verlo, con el sollozo que comenzaba su llanto. SU cuerpo se movió sólo y fue hasta ella; la muchacha lo cogió por ambos antebrazos, sujetándose a él... dándose fuerzas.

—¿Cuándo comenzaron las contracciones, mi amor? —le preguntó, suave.

—Justo ahora —su voz, a causa del temor, era apenas un susurro.

Como estudiante de medicina, partiendo de que había sido un embarazo perfectamente saludable, suponía que había tiempo, que debían relajarse... pero en ése caso, justo en ése caso, con el antecedente de Abraham...

—Tenemos que ir al hospital —le hizo saber.

Ella jadeó una vez más, aterrada, pero asintió.

—Jess —la llamó Angelo, comenzando a andar junto a su hermana—, hay una valija en el vestido, es de color gris os--

—Sí —lo interrumpió su prima, yendo ya a buscarla.

Lorena los siguió despacio, y pudo ver a Anneliese que, al salir, creyéndolos solos a su hermano y a ella, recargarse contra el muro, buscando un momento.

—Amor —la llamó él, paciente, pero haciéndole saber, a la vez, que debían continuar.

Anneliese asintió y se cubrió el rostro con ambas manos, justo antes de que una nueva contracción la hiciera erguirse; Angelo la abrazó y ella se aferró a él. Cuando, luego de unos breves segundos, el dolor pasó, cuando su cuerpo se relajó una vez más, el muchacho le pidió una vez más andar.

—Tengo tanto miedo —confesó en un murmullo ella, comenzando a derramar las primeras lágrimas.

—Todo va a estar bien —le prometió él, inclinándose ligeramente para mirarla directo a los ojos.

—¿Lo juras? —le preguntó ella.

—¡Te lo juro!

Ella jadeó una vez más y asintió, luego intentó dar un paso, pero Angelo la tomó en brazos, así como había hecho la mayor parte de su vida, como un recién casado alzaría a su mujer, y anduvo por ella.

Lorena se sintió una intrusa y decidió esperar un momento, invirtiendo el tiempo en avisar a los otros.

Cuando Jessica y la pelirroja se reunieron finalmente con ellos, Angelo estaba acomodando a su hermana en el asiento del copiloto y le abrochaba el cinturón de seguridad.

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Las contracciones fueron aumentando en intensidad, mientras que el tiempo entre ellas se acortó de camino al hospital. Para cuando llegaron, Annie estaba casi lista para dar a luz.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now