Capítulo 63

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DEPRESSIONE
(Depresión)

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Angelo Petrelli frunció el ceño ligeramente mientras Raimondo terminaba de contarle lo que había sucedido con Matt; la realidad era que él sólo lo había enviado para comprobar la situación. No esperaba, en absoluto, que su amigo hiciera semejante cosa. ¡Y lo peor es que él ni siquiera iba a decírselo! Se había delatado...

—¿Qué opinas? —preguntó Raimondo, estudiando con atención los gestos faciales de su amigo.

Estaban en la cafetería al lado del hostal donde aún se hospedaba con su hermana; ya era medio día.

Angelo suspiró.

—Es probable que se lo diga a Ettore.

—También lo creo —aceptó—. Y entonces ambos van a retirarse en silencio.

Los ojos grises, de Angelo, se quedaron fijos en los dorados de su amigo, pensando.

—Ett es impulsivo —comentó.

—No cuando tiene un interés directo —difirió Raimondo—. ¿Qué vas a hacer? —preguntó al fin.

—No lo sé —Angelo respondió luego de un par de segundos.

Se despidió entonces de su amigo y volvió a la habitación con su hermana; la encontró sobre la cama, mirando, a través de una pequeña abertura de la cortina, hacia la calle principal.

—¿Dónde estabas? —preguntó ella, de inmediato; su pequeño perro blanco estaba dormido sobre sus piernas—. ¿Por qué tardaste tanto? —miró la bolsa plastificada que él llevaba en la mano derecha, donde había un par de contenedores de comida.

—Se demoraron en preparar tus crepas —le dijo y pensaba dejarlo ahí (¿para qué preocuparla más?) pero lo meditó mejor—: También hablaba con Raimondo.

Los ojos de Anneliese se abrieron de par en par, ¿él le había dicho a Raimondo dónde estaban?

—¿Por qué? —preguntó, bajito.

Angelo dejó las crepas sobre el buró y tomó asiento al lado de su hermana.

—Lo envié a casa, para conocer la situación.

—¿Y? —se impacientó Annie.

—Todo está bien.

—¿Matteo no dijo nada? —dejó a un lado a Kyra y se arrodilló frente a él; sus ojos azules seguían muy abiertos.

—No.

Annie lo pensó por un momento.

—¿Crees que... nos esté esperando para decirlo?

El muchacho sacudió la cabeza.

—No. Yo creo que no dirá nada.

—¿Cómo lo sabes? Estaba furioso.

—Raimondo habló con él y, aunque no lo dijo de manera literal, creemos que guardará silencio.

Annie se quedó pensándolo.

—La cosa es —continuó Angelo—, ¿qué quieres hacer tú, Annie?

Y ella lo miró como si él le hubiese hablado en otro idioma.

—¿Yo?

Él asintió nuevamente; Annie se vio obligada a pensarlo.

—¿Podemos quedarnos otra noche? para asegurarnos...

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora