Capítulo 48

116K 13.9K 2.2K
                                    

RE DELLE SPADE
(Rey de Espadas)

.

El baile de invierno, con el que comenzaban oficialmente las vacaciones, fue el tercer miércoles de diciembre.

El día anterior, gracias a que no tuvieron clases, Lorena había podido acompañar a Annie a elegir su vestido —ella ni siquiera había recordado que no tenía uno, para el baile—. Y eligieron uno azul profundo —a pesar de que Annie detestaba los vestidos azules—, del mismo color que los zafiros —había logrado encontrar su anillo; le había llevado dos noches enteras... y quería que resaltara en su mano—; el vestido, de corte princesa, de tela ligera y con encajes, le quedaba por debajo de la rodilla y tenía un enorme escote en la espalda que cubría con un chal del mismo color negro que sus tacones. Lorena decía que ese vestido le resaltaba el trasero.

Aunque Annie no había puesto, hasta ese momento, demasiada atención en eso; ella se centraba más en que ni siquiera ese magnífico maquillaje, que Jessica le había puesto, tapaba sus enormes ojeras.

Lorena le había confesado que ella sería la reina. Se suponía que nadie debía saberlo hasta que el director, Sergio Falcó, anunciara a los ganadores, pero Annie ya lo sabía. La pelirroja le había pedido fingir emoción.

Las tres primas estaban en casa de Giovanni Petrelli. Habían acordado que se arreglarían las tres juntas.

Pero Annie no quería ir a ningún lado.

*

El baile, como cada año, se había celebrado en el salón de eventos, propiedad del liceo, que se encontraba a unas cuantas calles de éste. El lugar estaba decorado con motivos de color plata que brillaban en el techo y distraían a Annie del discurso que estaba dando el director; él hablaba sobre los alumnos de quinto grado, para quienes ése sería su último baile, y entonces el DJ, aburrido e imprudente, comenzó a poner música antes de que él terminara de hablar.

Sin quererlo, Anneliese buscaba con la mirada a su hermano. Él no aparecía por ningún lado.

—¿Por qué no nos acomodaste junto a mis primos? —reprochó Jessica a Bianca (quien había estado en el comité para organizar los asientos de los alumnos), una vez que se hallaron en su mesa.

Annie y Jessica habían quedado lejos de Lorenzo, Lorena y Raimondo.

—Decidimos que era mejor que estuviesen organizados por grado —le explicó ella.

La Petrelli frunció el ceño:

—¿Y entonces qué hace él aquí? —se quejó, señalando a Nicolas, en su mesa, al lado de Laura.

—¿Él? Ni idea —confesó Bianca—, está en la mesa de Lorena. ¿Qué haces aquí? —le preguntó, torciendo un gesto.

—Es una tontería eso de los grados —respondió él, a cambio—. La gente, en las fiestas, debe estar junto a sus amigos, no donde a las niñas mandonas les dé la gana.

Laura celebró su manifiesto. Bianca puso los ojos en blanco.

—¿Y él? —siguió Jessica, señalando a Marcello.

—Ventajas de ayudar a organizar el baile, querida —presumió Bianca, con cinismo.

—Me voy a quejar con Falcó —amenazó ella.

Casi todos, en la mesa, se rieron. El enfado resultaba gracioso en una chica que llevaba un infantil vestido color rosa y negro, estilo tutú, y adornaba sus cabellos, con una diadema finísima, metálica, que tenía unas diminutas orejas de gato —incrustadas con pequeños circones—, las cuales apenas sobresalían de sus rizos color chocolate.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora