Capítulo 41

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E NEL CASSETO...
(Y en el cajón...)

.

—¿Hola? —cuando respondió a su llamada, Rita Benedetti se oía sorprendida. Era como si no creyese que Angelo Petrelli la estuviera telefoneando. Al menos no a propósito; su tono sugería que lo creía una especie de accidente y, del otro lado, no escucharía más que una plática a medias, entre dos personas que no se habían percatado que el teléfono de alguno se había enlazado en una llamada.

—Hola, Rita —Angelo ignoró por completo su reacción; tal vez, en ese momento, ni siquiera la notó.

—Ah —¡sí la había llamado—, ¡hola! Qué gusto que llames.

—Es una llamada rápida, no te quito mucho tiempo. Quiero hacerte una pregunta.

—Sí —así que no era para saludar—..., dime.

—¿Sabes dónde vive Laura? —Angelo la había llamado porque ambas chicas eran animadoras y sabía que se reunían luego de sus prácticas.

—¿Laura Giordano?

—No sé cómo se apellida; es de tercero. Siempre anda con Bianca Mattu.

—Sí, es ella.

—¿Sabes dónde vive?

—No —confesó ella, lastimosa—. Pero tengo su teléfono —añadió, ansiosa de serle de utilidad al muchacho.

—¿Es el de su casa?

—Sí.

*

—Toma —Angelo le tendió un post it a su madre, quien estaba en la sala de estar, bebiendo café; en el pequeño papel, de color amarillo, había un número telefónico—. Llámala.

—¿Qué es? ¿A quién? —Hanna frunció el ceño, dando un pequeño trago a su taza.

—A tu hija. Es el teléfono de casa de Laura.

—¿Para qué? —la mujer sacudió la cabeza—. Sólo se va a quedar una noche.

Angelo suspiró, y antes de que pudiese decir nada, se escuchó la puerta principal abrirse.

—¿Mattie? —creyó Hanna, después de todo, Raffaele había viajado a Roma y no volvería en todo fin de semana. Nadie respondió a su llamado—. ¿Matteo? —lo llamó una vez más.

Angelo dejó la sala y, al llegar al corredor, se sorprendió al encontrarse a su hermana, tecleando la clave de la alarma.

Y apenas se vieron a la cara. Ella desvió la mirada y, sin decir una sola palabra, fue al primer peldaño de las escaleras.

—¿Annie? —se intrigó Hanna. Eran casi las diez de la noche y ella había dicho que se quedaba con su amiga—. ¿Todo bien? ¿Cómo llegaste acá?

La rubia ni siquiera se volvió para responderle, sin embargo, lo hizo:

—La mamá de Bianca me trajo.

—Oh, ¿por qué? —siguió la mujer.

La muchacha no dijo nada más. Subió las escaleras y su hermano, luego de un par de segundos, la siguió.

—¿Dónde estabas? —le preguntó una vez que estuvieron en la planta alta, tras asegurarse que su madre no los había seguido.

—Con mis amigas. ¿Ya no puedo salir, ahora?

—¿Debo llevarte a un hospital? —cuestionó, directo. La seguía por el corredor al ala izquierda, camino a las recámaras de ambos.

Ella se volvió hacia él, furiosa.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora