Capítulo 60

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DETTAGLI II
(Detalles II)

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Anneliese no tenía buenos recuerdos de ese sótano. Cuando tenía cinco, antes de que su padre fuera a rehabilitación y posteriormente volviese ese lugar un formidable centro de entretenimiento, ella se había caído, raspado las rodillas y enterrado un montón de astillas en las manos. Más tarde, a los siete, se había quedado atrapada en la sala de cine, y cuando tenía ocho... Bueno, Anneliese nunca había logrado un buen recuerdo de ese sótano.

*

Cuando Matteo le subió el camisón de seda, Anneliese se echó para atrás, aterrada, bajándolo rápidamente y... probablemente jamás iba a saber cómo pasó, jamás iba a entender cómo fue que Angelo llegó junto a ellos —estando a más de diez metros de distancia—, justo en ese instante. ¿Había corrido? ¿Había estado acercándose? Anneliese tampoco iba a poder recordar jamás cómo es que el cuerpo de Matteo se echó hacia atrás, trastabillando. ¿Angelo lo había golpeado? ¿Lo había empujado? Ciertamente, se había escuchado un golpe, y las manos débiles Anneliese dejaron caer al pequeño perro, quien chilló y corrió lejos justo antes de que Angelo atrapara a Matteo contra la pared, sometiéndolo, presionándole fuertemente el cuello con su antebrazo derecho, dificultándole la respiración.

Matteo era el hermano mayor por tres años, pese a eso, apenas entrar en la pubertad, Angelo siempre fue más fuerte que él y, desde hacía poco tiempo, también era más alto, pero en ese momento no hubo punto de comparación entre ellos: entre sus garras, Matt fue un niño y Angelo un...

—¡Nunca más vueltas a tocarla! —le ladró, con los dientes apretados; sus colmillos pudieron verse con claridad, feroces.

Y Anneliese no reconoció ésa voz —y, salvo la frialdad bajo su piel, no sentía ninguna otra cosa—. ¿Acaso los gruñidos de un lobo se habían transformado en palabras de hombre? Y sus bonitos ojos grises, en ese momento, no parecían humanos.

En ese momento, Angelo no era Angelo...

Pero Matteo no tuvo de miedo.

—¿Qué estabas haciéndole, bastardo? —inquirió, de manera trabajosa, forcejeando con él, intentado liberarse.

Y ella no se dio cuenta de lo que implicaban sus palabras —su respiración, cada vez más rápida, estaba mareándola—: Matt estaba hablando de su hermana como si fuese una niña de quien se pudiera abusar, en silencio... Pero Angelo sí lo entendió:

—¿Haciéndole? —su cólera aumentó y el cuerpo de Matteo se dobló con...

Anneliese no vio qué ocurrió —había comenzado a hiperventilar—. ¿Le había dado un puñetazo en el estómago? ¿Había sido un rodillazo? No lo sabía, sólo vio a Matt irse hacia delante, al tiempo que Angelo le golpeaba la nuca con un codo, enviándolo al suelo. El mayor cayó a cuatro patas al tiempo que Annie se fue de rodillas al suelo.

Angelo miró a su hermana caer y, dándose cuenta de lo que ocurría, se olvidó de Matteo y se apresuró donde ella.

—Tranquila —le suplicó, apoyándose con una sola rodilla en el suelo, a su lado, para envolverla entre sus brazos y echarla ligeramente hacia atrás.

—¡No la toques! —gruñó Matteo, aún en el suelo.

Angelo, ignorándolo, cortó la hiperventilación a su hermana poniéndole una mano sobre la boca y cerrando casi por completo los poros de su nariz.

—Cálmate —le habló con suavidad—. Todo está bien.

Los ojos azules, de Anneliese, lo miraron llenos de pánico.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now