[2] Capítulo 01

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SECONDO LIBRO. PRIMA PARTE
SEGUNDO LIBRO. PRIMERA PARTE

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OTTO MESI
(Ocho meses)

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Anneliese parecía haber dormido sobre Angelo desde el día en que él la llevó a casa.

Desde que eran bebés, Raffaele la había visto dormir con parte de su cuerpo sobre el de su hermano. A veces era sólo un brazo, o una pierna o ambas, a veces la cabeza, otras veces ella tenía el todo el pecho sobre la espalda del otro niño, pero la primera vez que la vio dormir completamente arriba de su hermano, cual koala aferrado a un árbol, fue cuando tenían tres años. Angelo dormía bocabajo y Annie sobre éste.

La segunda ocasión, en que se fijó en ellos, fue cuando los niños tenían seis años; su familia había regresado hacían pocos días a su casa -su mujer había estado en Alemania, sus hijos en casa de su hermano Uriele y, él, en rehabilitación-, y encontró a sus dos niños en la sala de estar: Angelo estaba tirado sobre la alfombra, de espaldas, mirando en el televisor un documental sobre los delfines, mientras Anneliese, sobre su pecho, aferrada a él, dormía plácidamente mientras su hermano le acariciaba la piel.

El día en que reparó en que ellos seguían durmiendo juntos -no era que no se hubiese dado cuenta antes, sino que no le había dado importancia-, fue cuando tenían nueve y, al entrar junto a Uriele, a su casa, los encontraron tirados, ella sobre él, abrazándolo por la espalda, aún como un koala; ambos estaban en ropa interior y... a Raffaele le importó, únicamente, porque Uriele preguntó si seguían durmiendo juntos -en su casa, Irene y él no habían logrado separarlos- entonces él notó que su niña, quien llevaba unas bragas rosas, de encajes, estaba comenzando a tomar forma de señorita.

La siguiente ocasión que los vio juntos, dormiditos y enredados, como un par de gatos, había sido en Alemania, la navidad en que Hanna se empeñó en pasarlo junto a su familia -a pesar de que, siendo judíos, ellos no celebraban navidad-. Tenían ya dieciséis años y los había visto en el sofá de Emma, abrazados, Angelo metía su muslo izquierdo entre las piernas de su hermana y, ella, le envolvía la cadera a él con su muslo derecho, usando uno de los brazos del muchacho como almohada, pegando su cabeza rubia al pecho masculino mientras que él la envolvía protectoramente, o como si murieran de frío. Recordaba Raffaele que los había cubierto con una manta, cuidando de no perturbar el frágil sueño de Angelo, mientras pensaba en que tenía un par de niños muy bonitos...

*

Apenas subir las escaleras, Matteo Petrelli tuvo un mal presentimiento al ver a su padre parado fuera del cuarto de baño que compartían sus hermanos menores; sería, tal vez, porque él parecía haberse encontrado a la mismísima Medusa ahí dentro: petrificado, sujetando la perilla de la puerta con la mano.

-¡Mamá! -gritó, cuando una idea, una terrible idea, le cruzó por la mente, al tiempo que se acercaba, con rapidez-. ¡Mamá!

Hanna Weiβ, quien ya iba detrás de su hijo, se dio prisa y, al ver lo que Matteo, pensó exactamente en lo mismo que él... Llegó justo a tiempo para escuchar al hombre, preguntar:

-¿Desde cuándo? -su voz era baja, tranquila... llena de negación.

Quería que sus hijos le preguntaran «¿Desde cuándo qué?», pero sabía bien lo que ocurría. Los labios pálidos de Angelo, y la carita llena de terror, de Annie, se lo decían todo...

Recorrió con cuidado el rostro, aún de niña, de su hija, y luego los ojos grises, clarísimos, limpios, de su hijo.

-¿Angelo? -Annie se puso de pie, temblorosa.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now