[2.2] Capítulo 22

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DISCONNESSA
(Desconectada)

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Pensándolo, a lo largo de los meses, Hanna Weiβ había llegado a la conclusión de que era... normal.

Cuando ella fue consciente, por primera vez, de lo que ocurría entre ellos, se sintió aterrada de lo que pudiera pasar si Raffaele —o Giovanni— se enteraba y eso le impidió ver lo que sucedía como algo más que... una etapa. Sin embargo, teniendo tanto tiempo para meditarlo, decidió que no era ninguna clase de fase, sino algo inevitable, ineludible, como el fruto cayendo del árbol, como la corriente de un río...

Cuando ella se marchó por primera vez, de su hogar —cuando ella los dejó, siendo unos niños— había sido Matteo el único que había sufrido porque... Angelo y Annie ni siquiera lo notaron. Uno lo tenía todo junto al otro. Él la cuidaba y ella lo amaba; uno cubría todas las necesidades del otro y continuaron haciéndolo a pesar de que ella luego volvió, a pesar del paso de los años; desde que nacieron y mientras crecían y se desarrollaban..., ¿no era acaso evidente que continuarían haciéndolo? Cubriendo sus nuevas necesidades y... Dios, era tan obvio: ¿en quién más buscaría algo como eso Angelo? Cercanía, una charla entre susurros, un abrazo, intimidad..., incluso sexo. Él no era sociable, no le gustaba la gente, el mundo entero lo hastiaba..., pero no ella; con su hermana era cuidadoso, atento, dulce..., celoso, demandante... Era un muchacho completamente entregado, dándole todo el amor del que era capaz a otro ser humano, a un ser humano equivocado y... ¿quién decía que estaba equivocado?

A través de los meses, incapaz de ver a la que consideraba su hija —porque lo era ¡Annie era suya! La había protegido y alimentado con sus senos, la había abrazado contra su pecho desde que ella no pesaba más de dos kilos—, Hanna se había guardado todas sus palabras, ansiosa por el momento en que pudiera decirle que no tenía que sentirse avergonzada, ni por un minuto, de lo que había hecho. Que su amor no era inmoral ni negativo, en ningún sentido, y que el bebé que gestaba tendría una de las mejores familias que habitaban este mundo porque no tendría nada más que amor en su vida... Pero las monjas no le habían permitido el paso —y lo entendía... La verdad es que lo entendía—.

Pudo haber llamado a la policía, sí, y decir que privaban ilegalmente a su hija de la libertad, pero... Annie se enteraría de tanto... Uriele había dicho que las monjas no le dirían una sola palabra de... de lo que ella había hecho, de lo que había ocurrido con Audrey y... ella desistió, pensando en lo difícil que sería para Annie enterarse de aquello en ésa terrible situación que ya vivía; además... le había ganado la vergüenza.

Uriele intentaba tranquilizarla, diciéndole que esas monjas la cuidarían con sus vidas porque la amaban, pero... ¿cómo carajos amas a alguien con quien no has convivido? Además, su nena era caprichosa —todos en la familia la habían consentido tanto; era la bebé, la princesa, la muñequita..., la conejita— y se volvía hostil cuando estaba enojada, le preocupaba que ellas la castigaran, pero se convencía de que no le tocarían un pelo,} pues seguramente ellas no querrían perder las generosas donaciones que les hacía Raffaele, y se repetía las palabras de Uriele: ellas la cuidarían bien porque era la hijita de Audrey... y entonces terminaba furiosa ¡porque Annie era hija suya y ellas no se la dejaban ver!

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Anneliese no tenía nada más que un resfriado producto de la noche lluviosa que había pasado, en el cementerio —no era nada derivado del parto, como la que Angelo temía—, por lo que no había requerido de hospitalización alguna.

Los médicos le habían recetado una serie de antibióticos y... algunas otras cosas que él no mencionó a su hermana; entre lo más destacable estaba el medicamento para que ella dejara de producir leche, y ese otro, que la puso a dormir la noche entera...

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora