[3.2] Capítulo 2

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ANGELO E ANNIE. SARA... E AUDREY.

(Angelo y Annie. Sarah... e Audrey)

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La culpabilidad de Hanna Weiβ era grande.

Hasta el momento en que Raffaele comentó algo sobre vivir con ella, la muchacha nunca había contemplado siquiera la idea de tenerlo. Sabía que a Uriele no podía —Uriele no era como Raffaele... y como ella—, así que decidió conocerlo más, comenzando por sus hijos: y en las fotografías de su billetera pudo ver a dos niños rubísimos —uno de ellos, con unos ojos bellísimos—, y a una mujer rubia... a una de ésas princesas que nunca habían sufrido y lo tenían todo en la vida y... sintió celos.

No fue hasta que no lo encontró sin familia..., destruido, muerto en vida, que se dio cuenta de lo que había hecho.

Hanna comenzó a vivir para él. Al principio, para no molestarlo, para evitar que sus hijos lo incomodaran en su duelo... para procurar, desesperadamente, mantener a su hija con vida, pues lo sabía: era lo único que él tenía y, si le pasaba a ésa bebita tan chiquita, ¡él se moriría!

La situación, sin embargo, los años de pena, de culpa —vivía encerrada con sus hijos, deseando huir lejos pero incapaz de abandonarlo, pues ella lo había metido en aquel infierno—, pudieron finalmente con ella. Hanna comenzó a enfermar, su mente desesperada —exhausta al verse sola, entre tanto dolor, cuidado de tres niños— comenzó a deprimirse de una manera distinta a la de Raffaele: él, cada momento, buscaba la muerte... y ella sabía que, a su paso, pronto la encontraría.

... Él comía poco o nada durante el día, sólo dormía y bebía.

Dos años luego, se quedó sobrio apenas lo suficiente para viajar a Francia, con su familia, y Hanna creyó que las cosas entonces mejorarían, pero a su regreso —días luego—, todo empeoró. Él ya no comía... Hanna había visto a Matteo intentado alimentar a su padre en la boca... y también había visto a Raffaele vomitando sangre viva... y entonces recordó a Audrey —como si pudiera olvidarla alguna vez—, recordó las palabras que aquella mujer le había dicho una vez "no deja a sus hijos. No hay nada en este mundo que lo separe de sus hijos"... y supo lo que tenía qué hacer para salvarlo.

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Uriele, aterrado por el estado de su hermano, había forzado a su hermano gemelo a ir a rehabilitación —el alcohol, que lo entumecía, que lo hacía perder la conciencia, se había vuelto una forma de vida—. Lo había hecho a cambio de llevarse a sus hijos, le advirtió que, de otro modo, él no los cuidaría y... Raffaele casi había perdido a la bebita de Audrey.

No tuvo otra alternativa. Ni siquiera pudo quedarse en el hospital hasta que dieron de alta a Annie, luego de que cayó a la piscina, pues corría el riesgo de que su hermano se largara, las autoridades supieran en qué estado vivía él... y sus hijos fueran a parar, los varones, a tutoría del Estado, mientras que Giovanni o Adelina le quitaban a Sarah y nunca más podría recuperarla él.

Raffaele pasó los primeros días de su rehabilitación bajo la influencia de sedantes psiquiátricos potentes; los médicos no tenían otra manera de tratarlo al inicio, pues lo suyo no era sólo alcoholismo: el hombre no sólo padecía desnutrición severa, sino que tenía hemorragias estomacales, aunque moderadas, continuas; por lo demás, sufría de depresión crónica, continuaba en duelo y las culpas se lo comían.

Raffaele estaba muerto en vida; fue lo que su hermano vio, a un cadáver sobre la camilla en que lo tenían.

Mientras tanto, Irene conocía a sus sobrinos...

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora