[3] Capítulo 17

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STELLE DEL MARE
(Estrellas en el mar)

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Embarazada.

Hanna estaba embarazada nuevamente y Raffaele Petrelli no podía dejar de pensar en ello.

Lo pensaba especialmente cuando estaba a solas, con Audrey, cuando veía su perfil fino, en silencio, cuando sus cabellos dorados le acariciaban las mejillas de piel de durazno, cuando ella le sonreía, tan bella, tan dulce.

Una parte de él sabía que su matrimonio con ella se había acabado, pero no quería aceptarlo.

A veces incluso intentaba inventarse excusas; cuando trataba de pensar en un cuento para salvar su matrimonio, por un momento, incluso las fantasías más tontas, los cuentos más infantiles, le parecían una buna idea... Pero si algo no era Audrey, era tonta.

Pensaba en Sylvain y en Sebastian: ellos lo adoraban, ¿cómo les explicaría que no podía seguir viviendo junto a ellos? ¿Qué respondería cuando ellos preguntaran por qué no los llevaba ya a la cama por la noche? Y cuando fueran más grandes, y cuestionaran los motivos por los que había dejado a su familia, ¿cómo les confesaba que papá había arruinado a la familia porque había conocido a una muchacha que lo volvía loco?

Raffaele comenzó a vivir con miedo, y luego también con culpas cuando supo que Audrey tenía una infección urinaria y vaginal. ¿Acaso él le había contagiado algo? ¿Acaso la infección se debía a que... tenía sexo con Hanna y luego le hacía el amor a ella? Pero Audrey no parecía molesta cuando se lo contó, no parecía sospechar nada —le tenía a su marido una confianza que, él sabía, no se merecía—; ella sólo se lo dijo porque le avisó que tendría que dejar su anticonceptivo por un tiempo, para tratarse el problema.

—No te preocupes, mi amor —le pidió Raffaele, besándole una mejilla, con toda la dulzura que siempre la trataba.

En silencio, Audrey le sonrió... y se preguntó por qué él no estaba quejándose, si no tendrían intimidad por semanas.

Eso había ocurrido los primeros días de junio; Raffaele le había dicho a Hanna que no podría visitarla tan a menudo ése mes, ni a ella ni a Matt, pero no le dijo el por qué; no le dijo que eso se debía a que pasaría el mes con su esposa y sus hijos en Italia. No lo hizo porque no quería decirle, a la mujer que esperaba un segundo hijo suyo «Estaré de vacaciones con mi esposa». Ya se sentía lo suficientemente mal la mayor parte del tiempo, arrepentido, temeroso y hasta desesperado. De lo último se dio cuenta la segunda semana de junio, cuando Audrey concluyó su tratamiento para la infección y él quiso intimar con ella, pero la francesa le recordó que había reanudado recientemente su anticonceptivo, por lo que debían esperar un poco para evitar un nuevo embarazo y entonces él insistió, creyendo que, si la embarazaba de nuevo... al menos la conservaría otros nueve meses más, aunque ella se enterara de Hanna.

—En serio, no —se rió ella ante las súplicas de Raffaele.

Se encontraban en la perrera de Giovanni; Audrey había ido a buscar a su marido para pedirle que comiera con ella.

Raffaele la acorraló contra un muro de madera y comenzó a besarle el cuello detrás de una oreja... ahí, en el punto que le erizaba a ella la piel y la estremecía. Pareció funcionar hasta que ella se mordió el labio inferior, aguantando la risa y trató de escapar.

—Que no, Raff —hablaba entre risas—. ¡Y menos aquí!

Él la sujetó por una muñeca y la haló un poco hacia él.

—Esto me está gustando —jugó él—: tú fingiendo resistirte y yo tomándote a la fuerza.

—¡Es que no estoy fingiendo! —se rió ella, intentado soltarse de él—. Además, tengo gripe, ¿oyes? —probó respirar con la nariz congestionada—. Estoy mormada.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now