[2] Capítulo 03

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PERCHÉ?
(¿Por qué?)

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Era difícil reconocerlos con los ojos cubiertos por una pequeña censura cuadricular, negra... Claro, si no los conocías. Si no los habías visto a la cara, desde que tenían cinco o seis años, cinco días a la semana, por al menos siete horas cada vez...

Anneliese esperaba recostada sobre la cama del muchacho, vistiendo sólo ropa interior: un corpiño de seda color hueso, de encajes, y unas pantaletas a juego. No era lencería sensual, no parecía haberse preparado para un video. Sus bucles, extremadamente rubios, lucían esponjados, y ella se rascó un pie con el otro, mientras alguien se encargaba de enfocarla con el lente de la cámara.

—Me estoy arrepintiendo —confesó ella, luego de relamerse los labios rosas.

—No puedes hacer eso —dijo la voz suave y ronca, de un muchacho..., la voz de Angelo.

Ok —ella se llenó de aire los pulmones, inflando su pecho.

Entonces el muchacho alcanzó el enfoque de la cámara, mientras se dirigía a la cama..., con su hermana. Él no tenía nada encima. Pudo apreciarse su cuerpo alto y esbelto, musculoso, la espalda ancha, la cintura estrecha, las nalgas firmes, las piernas largas, atléticas y, cuando subió a la cama, para reunirse con ella, también se vio algo más de él... —estaba preparado—.

Con el área de los ojos cubierta por el recuadro negro, Angelo se recostó al lado de su hermana, brincándola, dejando el delgado cuerpo femenino completamente visible a la cámara; la crucecita de oro blanco, en su pecho, brillaba. Entonces ella le dijo algo, tan bajito, que no llegó el sonido a la cámara, y Angelo sonrió, mostrando sus colmillitos blancos, y acercó su frente al cuello de la muchacha, próximo a sus senos pequeños... entonces suavizó expresión poco a poco, al tiempo llevaba sus labios hasta los de ella, pero no la besó, sólo la miró muy cerca, hasta que ella, nerviosa, se relamió los labios de nuevo.

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No había sido un beso fogoso, pasional, había sido uno tierno y muy suave, que parecía apenas tocar sus labios entreabiertos, mientras sus lenguas se acariciaban. Y ella lucía completamente dócil, rendida a él, en ese beso larguísimo y en todos los que siguieron, repartidos por toda su piel, mientras él la desnudaba...

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Era extraño verlos. A pesar de que era un video sexual, ellos no transmitían otra cosa que... pureza. Aunque sus actos no parecían inexpertos o tímidos con el otro, lucían... castos, puros. Era como si no hubiese malicia en ellos. Sería, tal vez, la piel blanca de ambos, la ropa interior casi infantil, de ella, o las caricias tan suaves, de él... De quien se apreciaba con total claridad su cuerpo alto y musculoso... y también su virilidad.

Ambos estaban completamente desnudos y expuestos a la cámara... que capturó cada detalle de ellos; de sus cuerpos, de las caricias que compartían, de los lugares en que se besaban y de los suspiros que se arrancaban...

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—Ahora no es un buen momento —dijo Uriele Petrelli a la persona que llamaba de vigilancia, a través del intercomunicador, mirando a Sergio Falcó en la pantalla del aparato.

El director del Istituto Cattolico Montecorvino sacó la cabeza de su auto y le dijo algo a la cámara, consciente de que podían mirarlo.

—Dice que es muy urgente, señor —siguió el vigilante.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora