CAPÍTULO TRES

67.6K 5.7K 3.1K
                                    

TOTAL ECLIPSE DEL CORAZÓN





Si creían que abrir una cafetería en pleno centro de Nueva York sería un éxito, pues..., lo fue, en verdad, tuve durante las primeras tres horas de la mañana lleno de gente. Algunos curioseando, algunos porque simplemente les quedaba de paso para llevar un café y tomarlo en el camino, otros con miradas sorprendidas cuando probaban algunas de las delicias que me pase horas horneando.

No puedo borrar la sonrisa estúpida de mi rostro, por que por más que estoy en una de las mejores zonas de Nueva York —cerca de Wall Street—, no creí que iría así de bien.

Nerea ha sabido manejarse como una profesional, por más que ambas nos hubiéramos visto un tanto sobrepasadas en un momento, de todas maneras no hay más de diez mesas dentro de la cafetería, aunque si todas las mañanas serán como la de hoy, estoy segura de que tendré que contratar a alguien más.

Son cerca de las once de la mañana, solo hay dos mesas ocupadas a esta hora, cuando de repente suena la campana de entrada y nada más mis ojos se dirigen a la puerta, me congelo por quien está entrando.

Dean tiene las mejillas sonrojadas y la nariz roja por el frio, un tapado de color negro por encima de su traje y un enorme ramo de rosas rojas en la mano.

Me sonríe.

Me sonríe y «oh por Dios», logra desarmarme.

Camina a paso lento hasta el mostrador, que es donde me encuentro, antes de detenerse, siempre mirándome fijamente. Estoy segura que Nerea está limpiando el mismo lugar en la mesa desde que lo vio entrar, así como también yo me he quedado con la boca un poco abierta e inmóvil.

Pero sepan entender, que no lo he visto en algún tiempo y la última vez que lo vi, bueno, tenia su polla enterrada en mi. Bueno, en realidad esa no fue la última vez que lo vi, pero créeme que fue la que más rememore.

—Hola —murmura cuando se detiene frente mío.

—Hola —respondo, sin dejar de mirarlo, sin siquiera moverme, Nerea todavía limpiando el mismo lugar.

Dean se remueve un tanto incómodo, mirando a su alrededor y luego clavando nuevamente sus ojos en los míos.

—El lugar quedó muy bien —susurra, nervioso.

—Si —respondo, un leve asentimiento.

Creo que se me atascaron las neuronas.

—Yo..., hum... —mira nuevamente a su alrededor, a sus pies, a Nerea, a quien saluda con un asentimiento de su cabeza y ella medio se agarra a la mesa para no desplomarse y luego nuevamente a mi. —Quería saber, si no estás muy ocupada, tal vez...., ¿tomar algo? —Pregunta con duda.

—Seguro —respondo, pero no me muevo del lugar.

Dios, qué vergüenza.

—Minerva, puedo hacerme cargo un rato —dice Nerea, acercándose a la barra donde nos encontramos y sacándome de mis pensamientos cuando se percató de que Dean se estaba sintiendo nervioso.

—Si, si —digo, con una sonrisa incómoda. —¿Qué quieres tomar?

—Solo un café está bien —responde él, con una sonrisa que me parece aliviada.

—Bien, perfecto, enseguida voy —murmuro, intentando sonreír. —Siéntate donde quieras —agrego, luego de que Nerea me patee la pierna. —Enseguida voy —repito. —Bien.

Dean se ríe y algo dentro mío se retuerce, porque, demonios, lo extrañe.

Extrañe a mi amigo.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now