CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

56.2K 4.2K 2.1K
                                    


SI NUNCA FUISTE A UN BAR DE INTERCAMBIO, NO TUVISTE INFANCIA



Hey, hey... ¿como están tanto tiempo? ¿A que me extrañaron un mundo? Pues yo si lo hice, es por eso que he vuelto..., llamemos esta parte de la historia, un Minerva recargada 2.0

Quedan muchas más guarradas que contarles todavía, por lo que, ¿donde estábamos?

Ah, si...

Los labios de Pierce están presionando un poco más, su lengua intenta a abrirse paso y son segundos los que yo dudo, porque, ¿si saben no? Anoche bebí y ahora mi aliento de seguro huele a mastodonte extinto, pero...

Mis labios, traidores, se abrieron igual y Pierce no dudo un segundo en meter su lengua en mi boca.

Al principio estaba un poco incómoda, pero después de unos instantes me relaje y mi espalda se arqueo y la mano de Pierce bajo a mi culo, presionando un poco una de las mejillas, porque Pierce, a decir verdad, era un hombre de culos.

Nos besamos más profundamente y a mi se me escapo un jadeo que se convirtió en gemido cuando Pierce presiono su polla contra mi centro, creando una fricción deliciosa y cuando las cosas se iban a ir al infierno, literalmente hablando, su teléfono comenzó a sonar.

Al principio no le hicimos caso, porque si saben, el fulgor del momento, pero después...

—Pi-Pierce, apaga eso —murmure, entre beso y beso.

No me hizo ni caso, por supuesto y yo me eche a reír, pero me olvide de reírme enseguida cuando me metió la lengua de nuevo hasta la garganta.

Y el teléfono repitió nuevamente el sonido que en ese instante se había convertido inmediatamente en el más odiado del mundo, porque no, no era alguna cancioncita graciosa como solían ser las mías, sino que era la típica canción de iPhone.

—Bueno ya —me refunfuñe de repente como una niña pequeña. —Apaga eso —murmure, frunciendo el entrecejo.

Pierce se ladeo un poco, con una pequeña sonrisa en sus labios carnosos, antes de estirar el brazo y apagar por fin la canción esa del infierno.

Yo fui a por todas de nuevo, por supuesto, el chocho se había puesto en modo acción y ahora le necesitaba como el aire para respirar.

De todas maneras, Pierce parecía que tenia otra idea, por que no me respondió el beso, ósea, si me lo respondió, pero no metía lengua y aquello me frustro.

—Pero, ¿que pasa? —Me queje, queriendo besarlo de nuevo.

—¿Que pasa con que? —Pregunto, haciendo el idiota, sus manos ahora estaban en mi cintura y los besos eran sin lengua. 

Yo queria lengua. 

Ustedes querían lengua. 

El chocho quería lengua. 

Un ganar-ganar. 

—Pues... —dije, sintiendo las mejillas arder, no sabia si por el cachondeo o por la frustración—, con eso —dije al final, como si fuera una obviedad.

Corrección, era una obviedad.

—Si no me dices las palabras, no lo se —dijo como si nada.

Me enoje.

Por supuesto, porque aquello..., aquello no era de Dios.

Dejarme así a medias y encima ser tan descarado como para reírse a mi costa.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now