CAPÍTULO DIEZ

67.1K 5.5K 3K
                                    

LAS COSAS SIEMPRE PUEDEN PONERSE PEOR 





«Las cosas siempre pueden irse más al carajo»

Ese es mi consejo del día, si todo va mal, pues no te preocupes, siempre puede ir peor.

Escucha lo que te digo, que en verdad es un buen consejo.

La habitación por supuesto se queda en silencio, esperando que tanto Mika como yo digamos algo.

¿Pero te cuento algo que no sabías sobre mi? Pues que yo cuando miento, sostengo la mentira tanto que hasta me creo que es verdad.

¿Iba a cambiar a partir de ahora?

Pues no mi ciela, aunque eso me metería en más problemas de los que siquiera me podía imaginar.

—Bueno, ¿alguien va a decirme que demonios está pasando aquí? —Pregunta quien supongo es la mamá de Mika.

—Lo mismo estaba preguntándome, señora Taylor —murmura el doctor.

Yo termino por fin de desenredarme de la frazada de Mika, quien todavía tiene una mano en sus partes intimas y no me pasa por alto como su madre también se percata de ello.

Que a ver, que yo se que lo golpee, tu sabes que lo golpee, la enfermera sabe que lo golpee, pero no el resto y esto se podría malinterpretar, ¿sabes? De que en realidad intenta ocultar una erección.

Su madre, como si siguiera el hilo de mis pensamientos, clava sus ojos en la entrepierna de Mika, clavando luego la mirada en mí y entrecerrando los ojos.

«Señor, mi misión aquí ha terminado, ya, llévame de una maldita vez»

—Mikael —dice su madre, clavando sus ojos en su hijo, que a pesar de todo esto, luce más bien molesto.

Aprovecho para observar a mi suegra..., si, si, sé lo que estás pensando, pero créeme que este embrollo llegará muy lejos y pues, como dije antes, hay que creernos las mentiras.

No sigas ese consejo, que es una mierda, pero bueno, ojala alguien me lo hubiera dicho a mi.

La mujer no es muy alta, sino más bien no pasará el metro sesenta y cinco, es bastante delgada pero no por eso menos intimidante, que a ver, que si bien no luce como esas mujeres que dan miedo, si tiene un porte serio y recto, hasta me atrevería a decir refinado, aunque no puede evitar quitar esa mirada de afecto al observar a su hijo.

—¿Puedes contarle a tu madre que está pasando? —Pregunta con calma y parece que el resto de los que estamos en la habitación desapareciera por la seriedad con la que le habla a su hijo. —¿Y porque tengo que enterarme por terceros que estás internado? —Agrega, esta vez un poco más mordaz.

—¿Quién te lo dijo? —Murmura él, luciendo aburrido, mientras disimuladamente se remueve, quitando la mano de sus partes íntimas.

—Eso no es lo que debería importarte, Mika —dice su madre, para luego, clavar sus ojos negros, iguales a los de su hijo, en los míos. Uy kieto. —¿Y como que esta linda muchacha es tu esposa? ¿Desde cuando estás casado y no lo sabía?

Mika clava sus ojos en los míos y les juro que pareciera que estuviera diciéndome algo así como: «Anda, tu nos metiste en esto, tu nos saca»

«Pero Mika...» me quejo.

«Tú nos sacas» sentencia.

Joder.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Où les histoires vivent. Découvrez maintenant