CAPITULO CUARENTA Y OCHO

53.3K 4.8K 2.1K
                                    

Je t'aime, Douce



La neblina del sueño no me deja despertarme del todo, pero sin embargo hay algo que esta intentando arrancarme de ella. Siento algo suave pasearse por mi rostro, el hundimiento de la cama a mi lado.

Me remuevo, por más que mis ojos intentan abrirse, hay una parte remolona de mí que me lo impide, así que me aferro con todas mis fuerzas al sueño, a los ojos fuertemente cerrados, sin embargo ese algo que sigue paseándose por mi rostro, no deja de insistir.

Frunzo el ceño cuando ese algo suave, comienza a presionar por entre mis labios que intento mantener cerrados.

—Abre —murmura una voz, ronca y baja.

Intento correr el rostro, pero una mano fuerte y grande se presiona por un lado de mi cabeza, manteniéndome en el lugar.

—Abre la boca, Minerva —insiste la voz.

Mis ojos, inevitablemente, se abren encontrándome de lleno con unos ojos profundamente azules que me miran de una manera que, si tuviera poder de reacción, me haría removerme incómoda.

Lo segundo con lo que se encuentran mis ojos, es con la cabeza de la polla de Pierce, el aro de color plateado atravesándola, mientras éste vuelve a presionarla contra mis labios, intentando abrirlos con ella.

Frunzo el ceño y cuando abro la boca para decirle que es lo que está haciendo, aprovecha para callar lo que iba a decir metiéndola hasta el fondo y produciéndome una arcada.

«Vaya manera de despertar» pienso para mis adentros.

—Lo siento —murmura, de todas maneras la saca un poco para volver a meterla, esta vez con un poco más de calma.

Y así es como Pierce —vaya una a saber la hora—, comienza a follar mi boca.

No dice nada y yo por supuesto tampoco puedo hablar mucho, pero si me concentro en hacer lo que se me encomendó.

Chupar polla, por supuesto.

No tengo idea de que hora es, lo último que recuerdo es haberme, literalmente, echado en la cama una vez que llegamos al hotel en roma y dormirme profundamente por el cansancio con el que cargaba, supongo que Pierce había hecho lo mismo en su propia habitación.

Y supongo que se había despertado un poco cachondo, pero quienes somos nosotros para juzgar, ¿verdad?

Pierce sigue follando mi boca, su cuerpo se encuentra por encima del mío, su miembro entrando cada vez más en mi garganta, haciendo que se acumule un poco de saliva en mi boca y aquello haciendo más fácil poder chupársela.

Mis ojos se clavan en los de él, que los alterna en cómo la mete en mi boca y mis ojos, me percato de que él también parece recién despertado, su cabello está revuelto, sus ojos achinados.

Joder, que Pierce recién despierto es caliente como el infierno.

Sus dientes se clavan en su labio inferior concentrado en follarme la boca, no le importa cuando la mete con un poco más de fuerza, provocándome una arcada, tampoco cuando casi me asfixia con ella, metiéndola tan adentro que tengo que golpearle el vientre con la mano para que la saque.

Son solo segundos los que se aleja, dejándome recuperar el aliento, para luego volver a meterla y así seguir follandome, como si aquella fuera su única tarea en el mundo. Me sorprende decir que es la primera vez que lo veo concentrado solo en él, Pierce por lo general suele dar placer a su pareja, como si eso fuera lo que le excitara, pero no hoy, me encantaría preguntarle qué fue lo que soñó, que demonios fue lo que imagino para venir a mi habitación y despertarme de la manera en la que lo hizo.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now