CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

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QUÉDATE, QUE LA NOCHE SIN TI DUE-E-E-E-E-LE



MINERVA

—¿De viajes? ¿Solos? ¿Tu y yo?

Repito la pregunta por tercera vez, sin dejar de leer los papeles que hay sobre la barra del departamento de Pierce.

—Si —responde él, con esa estúpida sonrisa que no ha quitado de su rostro desde que me saco, literalmente, a rastras del evento.

—¿Te volviste loco?

Pierce rueda los ojos, también por tercera vez, luego de escuchar mi pregunta.

—No se porque te haces tanto problema, deja de pensar tanto —murmura, haciendo un ademan con las manos, mientras toma un sorbo de su copa de vino.

Si, lo obligue a abrir otro de sus caros vinos, asique vamos medio pedos, pero es que no podía afrontar esta conversación de otra manera.

—Pierce, es un viaje que durara casi tres semanas, ¿como quieres que no lo piense tanto?

Abre la boca para responder, pero levanto el dedo índice, acallándolo y dándole a entender que aún no he terminado. Rueda los ojos nuevamente, bebe de su vino una vez más y se cruza de brazos, apoyando su cadera en la pared detrás sin dejar de mirarme.

Estúpido y sensual Pierce.

—Sin contar, que de hecho, te harás cargo de todo los gastos del viaje.

—Puedes invitarme a cenar si quieres, no tengo gustos caros —se burla.

Ruedo los ojos, poniendo las manos en mi cintura y mirándolo con molestia.

—Mira... —dice, acercándose unos pasos a mi antes de que pueda decir nada—, no tienes que pensarlo tanto, mis padres tienen pequeños departamentos por casi todo Europa, asique eso no será un gasto, sabes que los vuelos por aquí tampoco son tan caros —cuando abro la boca para rebatir nuevamente, me interrumpe—, sé que has estado buscando vuelos.

—¿Como sabes eso? —Pregunto.

—Revise tu computador.

—¡Pierce!

—Fue sin querer, lo juro —dice, intentando apaciguar mi reciente enojo—, por cierto, cuando mires porno, hazlo en la ventana de incognito, que sino queda en le buscador.

Siento como mis mejillas se vuelven rojas en cuestión de nada y antes de que pueda decir nada, vuelve a hablar: —La cosa es que pensé que sería buena idea.

—Planeaste todo un viaje, por Europa Pierce.

—Si, lo sé —responde, asintiendo y luciendo orgulloso como la mierda.

—Tengo una vida —digo, solo para que quede claro.

Mueve la cabeza de un lado al otro, como si pudiera rebatir aquello.

—¡Pierce! —Me quejo.

—Esta bien, pero estoy seguro que un par de semanas más no le hace daño a nadie.

—¿Un par de semanas...? —Repito, indignada. —¿Que hay de la cafetería?

Pierce lo piensa unos instantes, supongo que sopesando mi pregunta.

—En una semana comienzan las vacaciones de verano, sabes que sería en vano que la cafetería permaneciera abierta, porque habías planeado cerrarla, ¿verdad?

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now