CAPÍTULO CINCUENTA Y SIETE

39.3K 3.6K 1.6K
                                    

UN REGRESO NO TAN TRANQUILO



—Hola, Muñeca, ¿me extrañaste?

Me quedo unos cuantos segundos de piedra, sin saber que carajo responder, antes de largar lo primero que se me viene a la cabeza:

—Bienvenido a Dulces Pecados, ¿en que puedo ayudarte?

La sonrisa de Marcus flaquea, no voy a negarlo, así como también un pequeñísimo tic le hace cerrar el ojo, de todas maneras, vuelve a sonreír como si nada.

—¿Cómo has estado? —Abro la boca para responder, pero entonces levanta un dedo y me interrumpe. —No vuelvas a decir la mierda de presentación, porque he venido en son de paz.

Me cruzo de brazos, por que eso era precisamente lo que estaba a punto de decir.

—Bien... —murmuro, sin prestarle demasiada atención, acomodando las medialunas que me acaba de pasar Cristal.

—Intente escribirte, pero...

—Me tienes bloqueada del WhatsApp, lo sé —acuso, levantando una ceja y cruzándome de brazos.

Las manos de Marcus se apoyan sobre el cristal del mostrador, antes de ladear un poco más su cuerpo hacia adelante y decir en voz baja: —No dejabas de mandarme videos de escenas porno, con enanos teniendo mucho sexo en ellos —dice y me tengo que morder la lengua para no largar una risotada. —Me veo en la obligación de aclarar que no tengo ningún fetiche con ese tipo de porno.

—¿Acaso lo tienes con otro? —Pregunto, prendiendo la máquina para hacerme un café, ya que me ha entrado hambre.

—Intenté escribirte, pero luego de desbloquearte, me di cuenta que tu me habias bloqueado a mi.

—¿Esperabas menos? —Respondo con ironía.

—No —murmura en voz baja. —No después de lo que pasó...

—¿Te refieres a cuando luego de follar me gritaste como un poseso? —Acuso y aparta la mirada con vergüenza. —No te preocupes, no esperaba mucho más de ti.

—Me merezco eso, supongo —suspira.

Miró en dirección a la entrada de la cafetería, viendo a los transeúntes pasar, ¿por qué carajos no entran clientes cuando más lo necesito?

—No te preocupes, sin rencores —agrego, guiñándole el ojo.

—Minerva...

—¿Ahora soy Minerva? —Pregunto. —¿No incordio? ¿Hija de Satanás? ¿Error del universo? Y oh, mi favorito: ¿Insoportable forúnculo de culo?

—Yo nunca te llame de ese modo —intenta defenderse.

—Si lo hiciste —respondo. —Solo que pensaste que no te había escuchado.

—¡Habías cambiado el endulzante de mi mesa por sal! Te habías tomado el jodido trabajo de cambiar los frascos.

Nuevamente tengo que apretar los labios y por más que luzca seria, se que Marcus puede ver la diversión en mi mirada.

Demonios, respira, Minerva, carajo.

—Una insignificante bromita —le resto importancia, tendiéndole un café a él, que casi sin pensarlo, lo preparé junto con el mío.

—Cuando te pedí un vaso de agua, me trajiste uno al que lo habías llenado de azúcar, ¡casi muero!

—Esa fue Cristal —me defiendo. —Dijo que siempre te quejas de su tarta de chocolate.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now