CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO

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UN MINUTO ENTRELAZADOS



Aún no estoy despierta del todo, sin embargo, puedo sentir como Pierce intenta despertarme poco a poco, los besos sutiles llueven por mis mejillas, mis labios, mi cabello y mi clavícula. Sonrío antes de siquiera abrir los ojos y entonces él esta besando mi sonrisa, su mano acaricia con delicadeza mi vientre por debajo de la camiseta que use para dormir. Se escucha el cantar de los pájaros fuera, aunque por la luz que logra colarse por la ventana, me doy cuenta que no es tan temprano como imagine.

—Buenos días, Douce —murmura Pierce.

Tiene los ojos brillantes, más brillantes de lo que se los he visto nunca y una sonrisa suave en su rostro, relajada. Una sonrisa que me gustaría verle para siempre.

—Buenos días, Voldy —murmuro en respuesta.

Pierce rueda los ojos, sin embargo, no borra la sonrisa del rostro.

—Listilla, es hora de levantarse —murmura, poniéndose de pie.

Hago una mueca con el sonido que hace el piso cuando se pone los pantalones que traía puestos anoche.

—¿Todos duermen todavía? —Pregunto, estirando mis brazos en alto y aprovechando para quitarme su camiseta.

Río al ver como Pierce se queda mirando mis pechos fijamente, por lo que me apresuro a taparme con la sábana e insisto: —¡Pierce!

—Todos despiertos, mi padre debe ir por su segundo desayuno.

Cualquier rastro de sonrisa y diversión se borra de mi semblante.

—¿Qué estás diciéndome? ¿Cómo que todos despiertos?

—Si —se encoge de hombros como si nada, pero es que este hombre no entiende nada.

—¿Genevieve?

—Bajo hace por lo menos una hora.

—¿Desde que horas estas despierto tu?

—Un poco después de que amaneciera.

—¿Y no se te ocurrió, no se, que tal vez no quería dormir hasta tan tarde?

—¿Querías que te despertara? —Pregunta en respuesta.

—Pierce, es mi primera noche en casa de tus padres, por supuesto que quería que me despertaras, debo de estar dando una horrible impresión durmiendo hasta tan tarde.

—No son ni las diez —intenta consolarme él.

—¡Pierce! —me quejo, mirando la hora en mi teléfono. —¡Faltan cinco minutos para las diez! —Me quejo, fastidiada y nerviosa, mientras bajo de la cama y me apresuro a cambiarme.

—Pareciera como si estuvieras cabreada conmigo —murmura él por lo bajo.

—Por que estoy enojada contigo.

—¿Y ahora que hice?

—El que no te des cuenta solo me enoja más —agregó y luego comienzo a empujarlo fuera de mi habitación, ignorando el ruido molesto que hacen los pisos cuando caminamos. —Ahora, fuera.

—¿Por qué me echas?

—Baja la voz, con un demonio —me quejo en susurros. —Ve primero tu, yo bajaré en un rato.

—¿Por qué?

Cierro los ojos y suspiro, intentando tener paciencia con él.

—Pierce, no quiero, en el caso de que haya ocurrido algún milagro anoche, que para tus padres sea más que evidente que estuvimos haciendo el sin respeto bajo su techo.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now