CAPÍTULO TRECE

57.6K 5.1K 2.6K
                                    

AFERRADA A TI 




—¿Papá...? —Susurro, con la voz ronca por las emociones que me recorren.

Mi padre me mira con los ojos abiertos de par en par, sus ojos clavados en los míos, los rasgos que nos hacen parecidos son una bofetada en el alma.

—¿Papá...? —Pregunta Dean.

—Anny —dice al mismo tiempo mi padre. —No puedo..., no puedo creer que estés aquí —agrega.

Y es en ese momento que me doy cuenta de que él realmente está aquí, de que el realmente me encontró y a decir verdad, no sé muy bien cómo sentirme al respecto.

Porque sé que debería alegrarme, sé que cualquier hija se hubiera abalanzado a sus brazos luego de no verlo por muchos años, pero yo..., bueno, yo había muerto para él y él había muerto para mi.

—¿Cómo me encontraste? —Pregunto un poco mordaz.

Las manos me tiemblan, sin embargo las hago un puño intentando contener los temblores que me recorren.

Dean me observa sin entender qué demonios es lo que está pasando.

—Yo..., yo te busque —es todo lo que responde.

—¿Cómo demonios me encontraste? —Insisto. —¿Acaso todos los saben? —Pregunto.

El pánico casi me corta la respiración.

—Nadie lo sabe —se apresura a responder, acercándose un paso.

Yo retrocediendo dos, chocando con el pecho de Dean, que no duda en envolver un brazo alrededor de mi cintura.

—Ann...

—No me llames por ese nombre —siseo en su dirección.

—Cariño, ¿podemos hablar? —Pregunta, alternando la mirada entre Dean y yo.

—No tenemos nada de qué hablar —es todo lo que respondo.

El vaho sale de mi boca cada vez que hablo, siento las mejillas y la nariz coloradas debido al frío, sin embargo nada puede aliviar la furia que quema dentro mío, las ganas de gritar e insultarlo.

—¿No puedes darme aunque sea un momento? ­—Pregunta él.

Y en ese momento exploto, porque no puedo aguantar su hipocresía.

Río sin una pizca de diversión, mientras niego con la cabeza, incrédula con las palabras que salen de su boca.

—¿Cómo te atreves a pedirme un momento? —Pregunto, la furia haciéndome sentir un poco mareada. —¿Cómo te atreves siquiera a aparecerte aquí?

—Hija... —me interrumpe.

—¡No me llames de ese modo! —escupo en su cara y si no fuera por las manos de Dean en mi cintura, me hubiera abalanzado sobre mi padre.

—Por favor... —súplica.

—¿Dónde estabas? —Pregunto, mirándolo con un odio que no es propio de mi.

—¿Cuándo? —Pregunta, sin entender qué es lo que quiero decir.

—¿Dónde estabas cuando todavía no había llegado ni a los siete y veía a mi madre follar con desconocidos cada noche por un poco de droga a cambio?

—Yo... —intenta murmurar, pero no lo dejo, no puedo, ya no puedo parar.

—¿Dónde estabas cuando no era más que una adolescente confundida y deje que alguien me dijera cómo vestir? —Siseo.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now