CAPÍTULO TREINTA

57.2K 5.3K 3.5K
                                    

LAS CHICAS SOLO QUIEREN DIVERTIRSE 




Mis ojos se clavan en los de Isabella cuando le dice al taxista la dirección del departamento de Pierce, es por eso que con el rostro lleno de culpa, murmura: —Dante me dijo que esta noche no vaya a casa, lo siento.

Asiento, sin decir nada, porque a decir verdad, tampoco encuentro la fuerza para hacerlo.

El viaje es relativamente corto e Isabella no a soltado mi mano en ningún momento, no dijo nada ni pregunto nada, solo estuvo sumida en sus propios pensamientos al igual que yo.

Me quito los zapatos nada más llegar a la entrada del edificio donde vive Pierce y por ahora, también yo. Harry, quien es el que nos abre la puerta, nos mira fijamente a Isabella y a mi mientras entramos, supongo que nota el maquillaje corrido en mi rostro y la mirada preocupada de Isa, de todas formas no dice nada ya que lo habitual es que me sonría cada que me ve llegar. Saco la tarjeta de acceso una vez que subimos al ascensor y no dudo un solo instante en apoyarme en el fondo de éste, cerrando los ojos con fuerza mientras hacemos nuestro camino al penhouse en silencio.

Se que Isa está esperando que diga algo, pero sinceramente, estoy en una especie de entumecimiento que me tiene aletargada. Una vez en el departamento, tomo una botella de agua de la nevera y caminamos hacia la habitación que supongo que compartiremos, de todas maneras la cama es lo suficientemente amplia para las dos y esta noche, sinceramente la necesito.

Necesito que me abracen fuerte, porque siento que me estoy rompiendo en mil pedazos y temo perder alguna parte de mi importante.

Quito el estúpido vestido de mi cabeza, importándome poco que Isabella me vea desnuda y le tiendo una camiseta de pijama a ella también para que duerma más cómoda.

Nos cambiamos en silencio, ninguna dice nada, sin embargo estoy a nada de echarme a llorar, a nada. Por que la resolución de todo lo que pasó esta noche, de la manera en que mi corazón se rompió..., Dios, siquiera puedo explicarlo.

¿Tan poco signifique en su vida? ¿Para que me bote de esa manera?

Jesús, por un estúpido momento creí que era importante, que realmente me quería, que esto no sería algo pasajero.

Mientras termino de ponerme los pantalones las lágrimas ya empezaron a caer y estoy intentando por todos los medios ahogar los sollozos, porque no quiero molestar a Isa.

—Anda Mine, ven —dice ella, interrumpiendo el silencio. —Cuéntame en qué demonios estabas pensando para aparecer así vestida en esa fiesta.

—Ese es el problema —murmuro, sin girarme, sintiendo las lágrimas caer sin parar mientras niego con la cabeza. —No estaba pensando, Isa —agregó y cuando me giro, su cara hace una mueca de dolor al verme. —O si, si estaba pensando —corrijo con un asentimiento—, estaba pensando en él, en nosotros, en todas las putas promesas que nos habíamos hecho.

Cierro los ojos con fuerza, ahogando un sollozo, de todas maneras las lágrimas parece que no paran de salir y será de esa forma por un rato.

—Ven aquí —murmura ella en voz baja, palmeando la cama.

—Yo solo... —digo, mi barbilla temblando. —¿Tan malo es estar conmigo, acaso? —Pregunto, con la voz rota.

—¿Qué dices? —Pregunta ella una vez que me siento, apretando mi mano.

—¿Por qué nunca me eligen, Isa? —Pregunto, sintiéndome tan estúpida, tan mal. —¿Es que...? ¿Es que hay algo mal conmigo?

—No cariño, por supuesto que no hay nada de malo contigo.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now