CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO

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Hace mucho tiempo atrás...



Annalise hacía mucho últimamente eso de mirar fijamente a Harold, pero no podía negar que tenía cierto atractivo que simplemente la hacía más curiosa de lo normal y no porque lo considerara hermoso —que sí lo hacía—, sino porque había algo en cuanto a su inteligencia que lograba que la atracción solo aumentara.

No es como si Harold fuera súper inteligente en un tema en específico, sino que simplemente sabía un poco de muchísimas cosas, siempre tenía un dato que aportar, algo que contarle, una anécdota o simplemente una explicación a lo cual él no tenía idea de como lo había aprendido.

En fin, Annalise podía admitirse que estaba completa y profundamente enamorada de Harold y luego de que se habían apartado de aquellos que tanto mal les habían hecho, de aquellos que no eran sus verdaderos amigos, las cosas habían ido más que bien.

Annalise también se había dado cuenta que en todo este tiempo de relación, ellos no eran como los otros adolescentes de los que se rodeaban, por ejemplo, ellos no discutían.

Así de sencillo, aquellos dramas que solían acompañar aquellos primeros noviazgos para la mayoría, ellos no lo tenían. Sería porque Harold siempre sabía cuando algo le pasaba, entonces con calma y una paciencia infinita, le preguntaba que le había pasado, que era lo que la molestaba y entre caricias dulces y besos inocentes, Annalise terminaba confesándole que era y hablándolo, solucionaban sus problemas.

Pero no era como si solo Harold supiera calmar sus inseguridades, había veces en las que él simplemente parecía ausentarse de la realidad, era como si se perdiera dentro de su propia mente y entonces ella se sentaba a su lado, tomaba su mano, hablaba sin parar de algún libro que estuviera leyendo o simplemente se quedaba a su lado, compartiendo su silencio, y había veces en las que Harold simplemente murmuraba un gracias en voz demasiado baja, como si para ella fuera un esfuerzo estar a su lado.

Eso era algo que a Annalise le rompía el corazón, el hecho de que él agradeciera que ella permanezca a su lado.

Sabía que no estaba bien murmurar el para siempre, ella sabía que por lo general sería de mala suerte hacerlo, pero no podía negar que con Harold, así de fácil, se sentía como un para siempre.

—Entonces... —murmuró él una tarde—, estuve leyendo este libro.

—¿Y...? —Pregunto Annalise, levantando la mirada de su libro de ciencias.

Dios, cómo odiaba las ciencias, suerte para ella que a su novio se le daban de maravilla.

A Harold todo se le daba de maravilla.

—Y trataba de la trágica historia de dos amantes... —murmuró él, mirándola con esos ojos verdes que hoy se veían más pícaros de lo normal.

Ann no pudo contener el sonrojo en sus mejillas cuando él pareció acariciar la palabra amantes.

Carraspeo y apartó la mirada. Sabía porque hacía esto de que las palabras sonaran tan seductoras saliendo de sus bonitos labios, más de una vez Harold le había dicho la fascinación que tenía por el sonrojo de sus mejillas.

—Hum... —fue todo lo que pudo farfullar cuando el recuerdo de lo que habían hecho entre los estantes de la enorme biblioteca una hora antes, llegó a su mente.

Parecía como si Harold también hubiera recordado aquello y entonces se obligó a sí mismo a carraspear, antes de negar con la cabeza para luego decir: —La historia va de que ellos están destinados a estar juntos, son como almas gemelas —murmuró y los ojos de Ann se levantaron con interés para encontrarse con los de él—, pero siempre pasa algo y alguno de los dos muere, en todas las vidas, alguno de los dos no lo logra.

—Eso es triste —murmuró ella, los ojos de él estaban clavados en el libro que tenía delante.

—Si, pero la cosa es que siempre, de una forma u otra, terminaban encontrándose y la historia se repetía, una y otra vez, a lo largo de los siglos.

Ninguno de los dos dijo nada y entonces Annalise no se aguantó y preguntó: —¿Y entonces? ¿Tienen su final feliz al final? ¿Consiguen terminar juntos?

Harold la rio cuando la escucho soltar todo aquello, entonces negó con la cabeza y respondió: —No lo sé, no he terminado el libro —se quedó en silencio antes de tomar aire y a Annalise le dio la sensación de que se estaba preparando para lo que estaba a punto de soltar. —La cuestión es que me hizo acordar a nosotros.

—¿Cómo? —Preguntó ella lentamente, un nudo en el estómago y el ceño fruncido.

Harold estiró la mano y tomo la de ella, dándole un ligero apretón en un intento de calmar todas esas preguntas que comenzaron a rondar por su cabeza como un torbellino.

—Me hizo sentir que si en esta vida no terminamos juntos —ella abrió la boca para sacarle aquella idea de la cabeza, pero entonces él siguió hablando y no le dio lugar a rebatir nada—, te buscaría en la siguiente, y en la siguiente y en la siguiente, porque así de mucho te amo.

A Annalise todavía le seguía impactando cada vez que él le decía que la amaba, lo decía de una manera tan cruda, tan sincera que le era medio imposible creer que alguien pudiera amarla de esa manera...

—A veces siento que no te conozco desde ahora, que tal vez, no lo sé..., ¿no crees en las vidas pasadas? Si, tal vez sea una estupidez, pero entonces tengo este sentimiento aquí —murmuró, tocándose el pecho a la altura de su corazón. Harold se veía nervioso, inquieto y sus mejillas estaban sonrojadas, Annalise entendió entonces el porqué de su fascinación por aquel sonrojo. —Tengo este sentimiento de que te he conocido desde siempre, desde antes y sé que tal vez es mucho, sé que tal vez aún somos críos, pero a veces siento que te buscaría sin importar que, siempre te buscaría, sabes eso, ¿verdad? No importa cuan lejos estemos, siempre querré volver a ti, porque así de mucho te amo.

Annalise sonrió, pero entonces tenía ese nudo en la garganta lleno de emoción y de cosas que quería decir pero que no le salían con palabras. Ella, a diferencia de Harold, nunca sabia que decir en el momento adecuado, pero entonces pensó en algo que tal vez no seria mucho, pero que sintió como la respuesta perfecta:

—Y yo estaría esperándote —soltó. —En cada vida pasada, en cada tiempo diferente, te estaría esperando, porque sabría que tu siempre volverías a mi, sabría que tu siempre me encontrarías.

La sonrisa de Harold en respuesta fue lo que le confirmó que indudablemente, esto que tenían, podría ser para siempre. 


***

NO SE OLVIDEN DE VOTAR

LAS AMO MUCHO

DEBIE

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now