CAPÍTULO CINCO

66.1K 6.1K 5.2K
                                    

ESTOY CACHONDA, PRIMER AVISO




—Su nombre es Minerva —dice Dean, dándole una mirada molesta a su padre.

—Yo... —murmuro, mientras siento las uñas de la secretaria de Dean clavarse en mi brazo mientras tironea de mi para sacarme de allí.

—Enseguida llamo a seguridad —dice ella, ganándose una mirada de aprobación de mi ex futuro suegro.

—Pero... —me quejo.

—No es necesario —interrumpe Dean, dándole una mirada que pondría a correr a cualquiera y ella me suelta de inmediato.

—Traje comida —es lo primero que se me ocurre decir.

Puedo sentir la mirada de mi futuro suegro —nadie puede juzgarme por soñar y sin contar que la esperanza es lo último que se pierde— clavada en mi, de todas maneras no lo miro, porque como dije alguna vez, me hace sentir pequeña e indefensa.

—¿Para mi? —Pregunta Dean sorprendido.

—Estamos trabajando —murmura el señor Ross, haciendo que Dean me quite nuevamente la mirada de encima. —Podemos dejar esto para después.

—Yo, lo siento mucho —digo, sintiendo el estómago revuelto por la idiotez que acabo de cometer. —Nos vemos luego —murmuro, dando media vuelta para salir de allí.

Camino a paso apurado hacia el elevador, no sin antes dejar el paquete de comida encima del mostrador donde se encontraba la secretaria que estoy segura que planea hacerme vudú luego de la cagada monumental que acabo de cometer.

«¿En qué puto momento pensé que esto era buena idea? ¿Cuándo aprenderé que las ideas de Isabella siempre terminan mal?»

Acribillo el botón del elevador mientras esas preguntas dan vueltas sin parar en mi cabeza, mientras me siento fuera de lugar y estúpida y una idiota y todo lo malo del mundo, que estoy fea, que vine sin siquiera ponerme un par de jeans, por Dios, ¿en qué carajo estaba pensando?

Los ojos se me llenan de lágrimas por el bochorno que siento, porque sin duda acabo de arruinar todo.

—Lo arruinas todo, joder —me digo para mis adentros, suspirando con alivio cuando las puertas se abren.

Estoy a punto de meter un pie dentro cuando una poderosa mano se cierra en torno a mi brazo, deteniéndome.

—Por favor, déjame ir, Dean —susurro, luchando con las ganas que tengo de largarme a llorar.

—Minerva —suspira él, tirando un poco de mi brazo para hacerme retroceder, mientras que yo lucho con las ganas que tengo de ponerme a llorar y quedar aún peor de lo que ya quede.

—Tengo que irme —murmuro, luchando con su agarre.

—¿Por qué viniste? —Pregunta él en su lugar.

—Pensé... —comienzo diciendo, cerrando los ojos por la idiotez de mi respuesta. —Pensé que querrías comer algo.

—¿En verdad me trajiste comida? —Pregunta, y luce realmente sorprendido.

Me encantaría poder mirarlo a los ojos, pero es que aún no me siento lista.

—Si —digo, bajito, suspirando mientras veo las puertas del elevador cerrarse en mi cara.

Dean vuelve a tironear de mi brazo para que me gire y así lo vea a la cara y es que..., en verdad no estaba lista para volver a verlo, que luce igual de bien que siempre, con sus ojitos medio verde medio miel, su mirada dulce clavada en la mía, su pulgar acariciando la piel de mi brazo, su calor traspasando mi abrigo.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now