CAPÍTULO TREINTA Y DOS

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MATEMOS ESTE AMOR


Luego de darme un baño por demás relajante, me pongo crema en la piel reseca por el sol y luego de ponerme la ropa interior, me dirijo a mi valija a buscar algo para ponerme.

Nada me convence, toda la ropa que tengo parece de señora: todo es negro o gris y demasiado suelto.

Y hoy quiero sentirme linda y sexy y a ver, que no es que necesite de la ropa, pero déjame que te cuente un secreto, a veces aquello es lo que nos da la seguridad que sentimos que nos falta y yo necesito sentirme la mujer más jodidamente poderosa del puto mundo.

Isabella entra a la habitación mirándome confundida cuando ve su ropa por toda mi cama, de todas maneras se acerca sin hacer ni una pregunta por ello y con naturalidad, murmura: —¿Qué te vas a poner?

—Algo que haga que todos los putos hombres del lugar volteen a verme —digo sin dudar, con la mirada fija en la ropa desperdigada.

Ella sonríe, luciendo orgullosa.

—Me encanta esta nueva tu —dice sin dudar. —Esto va a quedarte bien —murmura, tendiéndome un top de lentejuelas negro y una pollera de tiro alto de color blanco. —Alísate el cabello que del maquillaje me encargo yo.

Y después de decir esas palabras, camina en dirección al baño para ducharse.

No se cuanto tiempo es el que tardamos en terminar de arreglarnos, pero joder..., me veo como yo misma pero a la vez no, no hay una manera de explicarlo, sin embargo me refiero al buen modo, me veo bien y sexy y linda y poderosa, y como que puedo patear el trasero de todos los hombres que me lastimaron en el mundo, je.

No puedo evitar sentirme un poco nerviosa cuando salimos de la habitación, de todas maneras agradezco no encontrarme con ellos, aunque algo me dicen que esta noche si no cenamos juntos, nos terminaremos encontrando luego.

Dante comienza a silbar como un idiota nada más verme, llamando la atención de toda la gente en el lobby, haciendo que todos los colores del mundo se agolpen en mis mejillas y cuello, y nada más tenerlo en frente, le golpeo con fuerza el brazo, diciéndole que se deje de gilipolleces.

Mika pasa un brazo sobre mis hombros, besando mi cabello y diciéndome que me veo ardiente, que el aire de mar me sienta de maravilla.

Es que Mika es todo lo que está bien en el mundo.

Tatiana me dice que de seguro esta noche follo.

Le respondo con una sonrisa avergonzada.

Isabella pregunta que porque mierda nadie le dice a ella que se ve bien.

Le digo que si quiere podemos fingir que somos novias.

Tatiana pregunta si ella puede fingir con nosotras.

Creo que Tatiana se tira más a la tribuna femenina que a la masculina.

Hacemos nuestro camino a la salida y a pesar de que con Isabella vamos con zapatos de tacón, decidimos caminar, ya que la noche está preciosa y sinceramente nos apetece.

Decidimos que mejor es comer en un bar de esos que luego se hacen antro y ya quedarnos allí. Nos dirigimos a uno que le recomendó a Dante el camarero que nos atendió esta tarde y algo me dice que en realidad vamos allí porque mi amigo quiere verlo.

—La mesita del fondo —murmuro nada más entrar.

Todos asienten, ya que es la más apartada y el box más grande que hay.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now