CAPÍTULO VEINTICUATRO

56.5K 5K 7.1K
                                    

A VECES EN TODO LO QUE PIENSO, ES EN TI 



La mano de Marcus lentamente deja mi muñeca y verán, lo que pasará a continuación no es algo de lo que esté muy orgullosa que digamos, ¿esta bien?

No está bien, no sigan mi ejemplo, pero todos alguna vez en la vida nos pasamos de pendejos, pues ahora me verán a mi.

—Sígueme la corriente —murmuro en voz baja en dirección a Marcus.

—¿Qué? —Pregunta él confundido, para luego de unos instantes agregar: —Ni de coña.

—Anda, no me hagas esto —suplico.

—Has estado torturándome por los últimos quince minutos de mi vida —responde él, mordaz. —No haré un carajo, menos si me lo pides tú —agrega.

—Anda, no seas así —insisto.

Y en el momento no me doy cuenta, pero les juro que al rato me avergüenzo un poco de mi misma.

—¿Pierce? ¿Dean? —Dice Isa en voz alta desde la barra, como si no me hubiera percatado ya de su presencia. —¿Qué carajos están haciendo aquí?

El policía agrio, por supuesto, no se pierde de aquel intercambio, su mirada analizando a los dos hombres que acaban de entrar al bar, para luego clavar sus ojos molestos en los míos.

—Tráeme lo que te pedí —es todo lo que dice.

—Marcus —intento hablar con voz calma, aguantándome las ganas de mandarlo al demonio que tengo—, en verdad vas a ayudarme.

—No —sentencia.

—Siquiera sabes lo que iba a pedirte —siseo en su dirección.

—Cualquier cosa que venga de ti —responde él con calma y una sonrisa que de lejos de seguro luce sexy, aquí frente a frente es maliciosa—, no la haré, no me interesa, me caes mal.

—Tu también me caes mal —respondo sin pensar.

—¿Ves? No congeniamos, no funcionara.

—Solo debes fingir por unos minutos —murmuro desesperada.

—¿Qué es lo que debo fingir, exactamente? —Pregunta, cruzándose de brazos y relajándose en su silla.

Y sé, demonios, sé que está disfrutando verme en esta posición de tener que pedirle algo.

—Que... —empiezo a decir, pero me corto porque me doy cuenta de lo terrible que suena.

—¿Qué...? —Me incita él a seguir hablando, ladeando una de sus cejas en un gesto interrogante.

Lo odio.

—Que estas interesado en mi —suelto al final.

—Imposible, siquiera soporto tenerte alrededor como para que encima tenga que fingir eso.

—Esa no es excusa, puedes pretender que te gusto—murmuro, frustrada.

—Claro que puedo, el hecho es que ahora no tengo ganas.

—¿Qué es lo que quieres para aceptar? —Pregunto en un acto de desesperación, mientras veo por el rabillo del ojo como Pierce y Dean toman asiento no muy lejos de aquí.

Los ojos de Marcus se clavan en ellos, retadores, como si en realidad le importara una mierda y debe de hacer contacto visual o con Dean o con Pierce por la sonrisa maliciosa en su rostro.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora