EXTRA N° 1

33.1K 3K 1K
                                    


EL DÍA QUE DESCUBRÍ QUE ESTABA EMBARAZADA Y CASI MUERO EN EL PROCESO



Yo sabía cómo se hacían los bebés, digamos que conocía muy bien la dinámica de por lo menos como hacerlo y no, no se preocupen, no voy a entrar en detalles de cómo se haceN. Bueno, a ver, si se que ustedes quieren que les cuente todas esas chanchadas, pero paso a paso, ¿okey?

Había hablado con Pierce con respecto a ello, por recomendación de mi ginecóloga, había decidido darme un descanso con las pastillas anticonceptivas y la cuestión fue que, cada vez que quería hacer el sin respeto con Pierce, por lo general, teniendo en cuenta lo cachondo que era mi futuro marido, se le ocurría hacerlo en los lugares más extraños, como por ejemplo el pasillo de la antesala que había ni bien llegábamos a nuestro departamento.

Pierce se había acostumbrado a dejar preservativos por toda la casa, porque, ya saben, uno nunca puede estar lo suficientemente prevenido y entonces había preservativos por toda la maldita casa, incluso si habrías algún cajón de la cocina, podrías encontrar alguno. Supongo que en realidad Pierce lo hacía un poco para molestarme, porque cada vez que descubría alguno de esos escondites secretos, se regodeaba con mi sonrojo y entonces me besaba como si fuera la última vez y después, tomando uno de esos condones, me hacía el amor.

Si, hacíamos mucho eso de hacer el amor, éramos buenos en ello, no les voy a mentir, pero tampoco les iba a negar que las cosas entre nosotros iban muy bien, parecía que amarnos sin barreras, sin miedo y sin medida nos hacía esto, libres de estar juntos cuando quisiéramos, sin miedo a que alguno de los dos pudiera salir corriendo cuando menos lo esperábamos.

A pesar de que había pasado un tiempo, ambos seguíamos poco a poco superando los traumas del pasado, Pierce todavía se desesperaba si no llegaba a responderle un mensaje dentro del rango de tiempo estimado y había noches en las que yo me despertaba con el cuerpo lleno de sudor, con el sonido de los disparos en mis oídos, mientras sentía bajo mis dedos la espesa sangre que salía de sus heridas y él siempre estaba ahí, me abrazaba por la espalda y me susurraba al oído una y otra vez que todo iba a estar bien, y cuando los frenéticos latidos de mi corazón se calmaban y podía tomar nuevamente aire, me abrazaba un poco más, solo por el placer de hacerlo y después nos poníamos frente a frente y nos mirábamos, asegurándonos de que estábamos allí y que seguíamos vivos.

Si, viendo esa mierda escrita ahora, me doy cuenta de que es rara del carajo, pero entonces en ese momento no lo es, les prometo que es dulce.

Y fue cuando una noche, mientras estábamos en ese pasillito que les dije antes —y no tan sorprendentemente— a Pierce se le habían agotado las reservas de preservativos que tenía escondidas por toda la casa.

—No puede ser —gemí, cachonda.

Pero es que habíamos tenido una cena con nuestros amigos y después de ello, habíamos ido a tomar algo a un bar y entonces hicimos eso que hacen las parejas a veces: fingimos que no nos conocíamos.

Fue divertido del carajo, porque entonces yo le dije a Pierce que era una monja que se había dado cuenta que no había nacido para monja por que siempre estaba cachonda.

Pierce había tenido que morderse los labios con fuerza para no soltar una carcajada que rompería con la escena del momento, porque como saben, había que seguir con el papel.

Miro al cielo, tomo aire unos cuantos segundos, dio un par de sorbos a su trago y un poco más recompuesto, soltó: —Yo soy un actor porno —murmuro.

—Bastante obvio —respondí, también teniendo que morderme los labios para no reírme también.

Y entonces la noche siguió con sus juegos.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin