CAPÍTULO CUARENTA

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HAY ALGO QUE QUIERO MOSTRARTE 



Me levanto cachonda, así como también sintiendo un bochorno tremendo, aunque a decir verdad, no pueden culparme, es decir, no controlo mis malditos sueños.

Decido que por el bien de mi salud mental, antes de enfrentarme a Pierce, me daré una ducha, más bien tirando a fría, porque sinceramente siento el cuerpo prendido fuego.

Una vez que salgo me doy cuenta que no estoy lista para enfrentarlo, pero me digo que no puede ser grave, por más que aún sienta el fantasma de sus dedos tocándome tan expertamente.

Maldito sueño vivido.

Cuando llego a la cocina y levanto la mirada, Pierce me esta observando.

La aparto de inmediato, mientras siento las mejillas encendidas.

Veo por el rabillo del ojo la confusión de Pierce, sin embargo no hace ningún comentario al respecto.

Tengo que lamentablemente acercarme a su costado para servirme el café recién hecho y soy demasiado consciente de su brazo rozando mi hombro por el reducido espacio.

Veo que me observa por el rabillo del ojo, mientras da vuelta las tortitas que se cuecen en la hornalla.

Suspiro cuando tomo asiento del otro lado de la barra y siseo cuando quiero tomar el café y me quemo.

—¿Cómo dormiste? —Pregunta de repente.

Vuelvo a sisear cuando hago un movimiento brusco y se me cae café en la mano.

—¿Estas bien? —Dice, apresurándose a mi lado.

—Si, si —respondo, quitando la mano cuando quiere tomarla. —Es solo que aún sigo dormida —agrego, sin mirarlo.

Joder, siento que me arden las mejillas y que tendré un sonrojo eterno.

—Hice tortitas para comer —murmura, tendiéndome un plato.

Le agradezco por lo bajo, pero sin mirarlo. Pierce toma asiento frente mío, mientras que me tensiono cuando siento sus piernas rozar las mías, que la barra es alta y sin el divisorio. Acerco mis piernas lo que más puedo a mi, sintiendo que cualquier roce suyo simplemente me prende fuego el chocho.

Estar así de cachonda no es normal en mi, no sé qué demonios me pasa.

—Luces un poco tensa esta mañana —murmura con aire desinteresado.

—Es que he tenido unos sueños de lo más raros —respondo casi sin pensar.

Pierce entrecierra la mirada en mi dirección y pregunta lentamente: —¿Qué clase de sueños?

—Las tortitas están excelentes —murmuro yo, intentando cambiar de tema.

—Lo sé —responde él y gracias a todos los dioses no pregunta más, aunque tiene una sonrisa pequeña en los labios.

Terminamos el desayuno en silencio y me percato de la hora que es, en un rato pasara Yoshio a buscarme y tengo que estar mínimamente presentable.

Esquivo a Pierce antes de siquiera poder rozarlo y él me detiene suavemente, tomándome del brazo.

—¿Qué? —Pregunto y no sé porqué estoy tan nerviosa.

Fue un puto sueño, por todos los cielos.

—¿Qué te sucede? —Pregunta con calma y me atrevo a decir que luce un poco acojonado. —¿Paso algo ayer que te molestara?

No dice el conmigo, pero está ahí, flotando en el aire.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now