CAPÍTULO VEINTICINCO

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WOMAN



El día, por suerte, se termina pasando bastante rápido y cuando quiero darme cuenta, ya son las tres de la tarde y Erasto está esperándome fuera de la cafetería.

—Erasto —digo con un movimiento de mi cabeza cuando lo tengo enfrente, justo antes de que abra la puerta del auto para mí.

—Señorita Minerva —responde él, con una sonrisa amable.

Emprendemos el camino en un cómodo silencio, Dean dijo que nos encontraríamos en el lujoso centro de rehabilitación en el que Mía va a internarse, de todas formas, me doy cuenta de que no estamos tomando el camino indicado.

—¿Dónde vamos? —Pregunto, asomándome por entre los asientos.

—A la casa grande, señorita Minerva —responde él. —Las cosas no están resultando con Mía —dice con un suspiro triste.

Asiento, porque imagine que algo así pasaría, de todas maneras no me percato hasta muy tarde lo que ir a la casa grande significa.

Todo mundo estará allí, de eso estoy segura.

Joder.

Un pequeño ataque de ansiedad quiere comerme entera, pero no lo dejo, me controlo, cuento mis respiraciones.

«Eres una perra fuerte» escucho las palabras de Isa en mi cabeza, diciéndome que todo va a estar bien.

La verja de la entrada al predio de Dean se abre y nosotros avanzamos por el camino empedrado hasta detenernos frente a las puertas de entrada.

No bajo del auto de inmediato, necesito un minuto, demonios.

—¿Señorita Minerva? —Murmura Erasto, que en algún momento dado abrió mi puerta y yo no me di ni cuenta.

Asiento, impulsándome para bajar del auto mientras tomo la suya que me tiende. En otro momento bromearía con él, le diría que no hace falta, que no soy tan vieja, él solo reiría avergonzado y no diría nada.

Pero no ahora, no puedo ahora bromear con nada cuando siento los nervios a flor de piel.

No debería haber venido, sé que podría dar la vuelta justo ahora, Erasto me llevaría sin siquiera preguntar, Dean nunca me lo recriminaría, pero..., pero si las cosas están difíciles con Mía, quiero estar aquí para ella, porque cuando yo la necesite, ella intercedió por mi sin rechistar.

Y no hago esto porque me sienta en deuda, sino porque cuando estuve en su lugar, me hubiera gustado que alguien estuviera ahí conmigo.

María me abre la puerta de entrada nada más subir los primeros escalones, tiene los ojos rojos por el llanto, sin embargo se nota que ha logrado controlarse.

—Hola mi niña —murmura, dándome un ligero abrazo que devuelvo.

—¿Todo bien? —Pregunto, con una sonrisa un poco incómoda.

Ella simplemente niega con la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas nuevamente y yo no dudo un instante en abrazarla, intentando darle algún tipo de consuelo.

Se termina separando luego de unos segundos, volviendo a limpiar sus mejillas rápidamente y sonriéndome de manera superficial.

—Que bueno que haya venido, mi niña, Dean está muy nervioso, todos lo están —dice, de manera un poco atropellada. —Quedé en que haría un poco de café, el café siempre hace bien, porque nadie ha dormido bien en los últimos días —agrega, hablando medio sin parar.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now