CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE (PTE DOS)

54.5K 3.9K 2.1K
                                    

UN LUGAR LLAMADO SEKS





Me quedo de piedra nada más escuchar lo que acaba de decir Pierce, porque..., ¿acaso dijo lo que creo que dijo?

—Señorita, ¿le digo la bebida?

Miro fijamente al señor que me habla, pero no puedo emitir palabra, sino que me he quedado completamente de piedra, primero por la impresión de las palabras de Pierce y Dean y segundo por que no entiendo un pito de lo que me esta diciendo.

En respuesta, simplemente puedo sonreír, murmurando por lo bajo en inglés que enseguida vendría alguien y cuando veo que me asiente, supongo que me ha entendido, lo único que me falta es decirle que me gustan las pollas en un español pobre.

Con una sonrisa incómoda vuelvo a mis pasos, donde esta el mismo camarero al que le he robado la bandeja, que me mira nervioso y nada más verme llegar, murmura que de seguro lo metí en un problema enorme, que es su primer día y otras cosas más que no logro entender muy bien, de todas maneras le murmuro que pueden haber primeros días de trabajo peores, que lo digo por experiencia propia.

Él solo me mira como si fuera a asesinarme si sigo hablando, por lo que rápidamente vuelvo a mi mesa.

Me digo a mi misma que tengo que recomponerme lo mejor posible antes de volver donde ellos se encuentran, es por eso por lo que sacando la entereza de no se donde, con una sonrisa enorme vuelvo a la mesa donde están Pierce y Dean, que nada más verme llegar de lejos, cortan la conversación de cuajo.

—Hey... —digo, sonriéndole a Dean cuando se pone de pie para acomodar mi silla.

No puedo negarlo, es un encanto.

Pierce me mira con los ojos entrecerrados, haciendo que me remueva incomoda en mi lugar, antes de apoyarse sobre sus codos en la mesa e inclinarse hacia donde me encuentro.

—Dime, Minerva... —pregunta en esa voz baja y ronca que sabe que me vuelve loca—, ¿Por qué llevas puesto un delantal de maître? Si puedo preguntar, claro está —aclara con una sonrisita condescendiente.

Sonrío, pero sonrío con mucho esfuerzo, antes de acomodarme en la silla y murmurar: —Es que había un chico nuevo que necesitaba ayuda —miento de manera horrible.

Ninguno de los dos me cree, eso está de más decir, sin embargo, no insisten en ello.

En realidad Dean que es un sol no insiste, Pierce vuelve a preguntar: —¿Quiero saber al respecto?

—Si ya sabes la respuesta, ¿para que preguntas? —Le respondo, fastidiada de que sea tan metido.

No me pasa por alto que tiene que morderse la lengua para no reírse de mi, de todas formas, prefiero eso a la tensión que había cuando regrese a la mesa y es en ese mismo momento que los platos comienzan a llegar y me lo trae nada más ni nada menos que el mismo maître al que le robe el delantal y la bandeja.

Dean no le presta atención, pero Pierce entrecierra la mirada al percatarse que le falta el delantal y lo odio por que en estas situaciones nunca se le escape un puto detalle.

El chico me mira de soslayo, sin embargo debe percibir la testosterona que hay en la mesa por que no es capaz de decir una sola palabra y medio frunce el ceño cuando la segunda bandeja la trae una compañera y siguen dejando platos frente mío.

¿En que puto momento pedí todo esto? Si yo ni hambre tenia.

Le sonrío incomoda al camarero, luego le sonrío a Pierce y después a Dean, que alternan la mirada entre todos los platos y mi rostro y yo siento que me duele la cara de tanta sonrisa forzada.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora