CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

48.5K 4.1K 1.7K
                                    

DE NIÑOS PERDIDOS Y PALABRAS SUSURRADAS EN FRANCÉS 




—En verdad necesitas dejar de mirarme de ese modo.

—¿De qué modo?

—De ese... —murmure, rodando los ojos, fastidiada. —Quita la sonrisa.

—¿Pero qué sonrisa? —Respondió Pierce, sonriendo todavía más.

—No le veo lo gracioso.

—Es que es divertido verte enojada —respondió él, así como si nada, recostándose en la reposera de manera casual, su torso desnudo para que el sol golpee su piel...

Por todos los cielos.

—Pues voy a patearte las pelotas si me sigues molestando —refunfuñe, pero es que me había hecho enojar.

—No te molestes de ese modo, anda —dijo, incorporándose mientras me tendía una botella de cerveza helada.

Lo mire con mala cara, alternando la vista entre su ofrenda de paz y su rostro, maldito rostro pulido por los ángeles.

—Pero sigo un poco enojada —murmure, arrebatándole la botella.

—Menos enojada —dijo él, recostándose nuevamente en la reposera y colocando sus gafas de sol en su lugar, sin borrar la sonrisita de su rostro.

Estábamos los dos a un costado de la piscina, era casi el mediodía pero nuestro próximo vuelo salía casi a medianoche, era por eso que habíamos decidido aprovechar el día al máximo, a Pierce en realidad le daba un poco lo mismo, pero yo me había puesto la alarma en el teléfono al amanecer, lo había despertado y obligado a caminar a la playa para ver los primeros rayos del sol asomar.

Había sido increíble y la verdad es que ambos habíamos estado en silencio, observando, uno al lado del otro, todavía con un poco de cruda por la noche anterior, pero también sintiendo una paz que creo que no había sentido nunca.

Las palabras no habían hecho falta, fue como si lo del día anterior en realidad no hubiera pasado, o sí, pero ninguno de los dos quería darle demasiada importancia a eso, no más de la que en realidad hacía falta.

Una vez que el sol iluminó todo a nuestro alrededor, Pierce no me dejo volver a dormir como había planeado, sino que me arrastró al comedor del hotel, me hizo desayunar y luego nos llevo a ambos a la piscina, no sin antes obligarme a que le pasara bloqueador solar por toda la maldita y enorme espalda que tiene, cuando quiso que también le pasara por su torso, lo mande al carajo, caminando agitada y con las mejillas encendidas, lejos de él, escuchando sus carcajadas a lo lejos.

Estúpido Pierce.

La cosa fue que me metí a la piscina para refrescarme un rato y cuando estaba nadando, se me acercó un pequeño bodoque de no más de tres años, con sus mejillas coloradas y la mirada risueña, mientras llevaba dos flotadores en sus brazos y uno en su cintura que lo mantenían a flote.

Mire a mi alrededor, buscando a quien sea que fueran sus padres, pero nadie parecía estar prestándole atención.

—Hey tu... —murmure, por que el pequeño seguía nadando en mi dirección.

Y yo medio retrocedía, no voy a negarlo.

—¿Dónde están tus padres? —Pregunte, sonriendo nerviosa, mientras con mis manos hacia correr agua para ahuyentarlo, creando pequeñas olitas que no hicieron más que divertirlo.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now