CAPÍTULO TREINTA Y CINCO (PTE DOS)

59.4K 4.8K 5.7K
                                    

NECESITO ESCUCHAR EL DULCE SONIDO DE TUS GEMIDOS 




—Marcus, ¿en serio iremos en esto a tu departamento? —Pregunte con una sonrisa un tanto tensa.

—Si, ¿por qué? —Pregunto él con un poco de molestia, de todas maneras tenía una estúpida sonrisa en su rostro, como si me retara a echarme atrás.

Ni de coña.

—Por nada —murmuro—, es solo que hace un poco de frío, nada más —y esa era la verdad.

—No tienes de qué preocuparte, muñeca —respondió él, sin perder esa sonrisa que comenzaba a molestarme. —Puedes abrazarte a mi.

Rodé los ojos nada más escucharlo decir aquello, de todas maneras me quedé un poco de piedra cuando volvió a acercarse a mi con casco en mano.

Trague saliva con dificultad cuando su perfume me golpeo y el calor de su cuerpo traspaso la ropa que traíamos puesta, mientras que con cuidado abrocho la hebilla del casco, asegurándolo a mi cabeza.

—¿Lista? —Pregunto, golpeando con sus nudillos el casco, siendo un maldito molesto.

—Si —respondí, apartando su mano de un manotazo.

—¿Y porque luces tan asustada? —Pregunto.

—No luzco asustada —me defendí con irritación.

De todas maneras la verdad era otra, ya que si bien no estaba asustada, si sentía los nervios atenazando mi vientre, a la expectativa de que sabía lo que iba a pasar en su departamento.

—Entonces andando —fue todo lo que respondió, sacándole el pedal de soporte a la moto para subirse él.

No voy a mentir, medio que me paralice al momento de subirme a la moto, porque la moto era enorme y hasta me dio la sensación de que empequeñecía un poco a Marcus, que por cierto era también bastante alto.

—¿Seguro que no quieres ir en taxi? —Pregunte una vez más.

—Sube a la moto —respondió él, encendiéndola y acelerándola, cosa que me hizo reaccionar.

Pase la pierna por encima de la moto y rápidamente mis brazos se enredaron alrededor de su cintura y si, no voy a mentir, cerré los ojos como si me estuviera preparando para mi propia muerte.

Sentí el pecho de Marcus moverse, señal de que se estaba riendo.

—¿Qué demonios haces?

Salte en mi lugar cuando escuche eso en mis oídos, perfecto y claro.

—¿Cómo carajos es que te escucho así? —Pregunte, un tanto sorprendida.

—Es para poder hablar mientras conduzco —respondió él, moviendo la moto y entrando en el tránsito de la noche.

—¿Lo usas por lo general para ir calentando a las chicas con las que te vas? —Pregunte, intentando bromear, pero a decir verdad estaba un poco nerviosa y no creo haberlo logrado.

—Nunca los enciendo —confesó y por como tensiono su cuerpo, creo que lo hizo sin querer—, es decir, no me gusta hablar mucho cuando conduzco.

Las palabras no dichas quedaron flotando en el aire, pero ninguno tuvo que decir: «aunque no me molesta hablar contigo»

Luego de eso ya ninguno dijo nada y Marcus condujo como si no hubiera un mañana y yo les juro que iba tiritando de frío, es por eso que en un acto que les juro quiso ser inocente, mis manos, como por voluntad propia, se colaron por debajo de su remera y no pude evitar reír cuando lo sentí sisear por el contraste de su piel caliente con mis manos heladas.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Where stories live. Discover now