59. ¿Verdad?

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Me quedé estático mirando de reojo a Abdón, mientras guardaba el anillo en el bolsillo de la capa. Me preguntaba por qué no había nada en los libros sobre el anillo. Si yo no hubiera notado este objeto en todos los brujos, jamás incluiría tal objeto en nuestra historia.

—Te estoy esperando, joven —dijo el rey, con una sonrisa.

Dejando a un lado mis pensamientos, miré al caballo que habían traído para mí. Tragué saliva.

—Nunca he montado en uno —respondí.

—¿Cómo es posible? ¿Entonces en que te desplazas? —este pequeño detalle pareció perturbarle mucho a Abdón.

Zu Jung por favor no vayas a decirle que en autobús.

¿Qué? Eso pensaba decirle.

No seas tonto, en esta época no hay autobús.

Ah, es cierto.

—Caminando, no vivo muy lejos de aquí —solté un par de carcajadas muy leves, con nervios.

El rey me miró sin decir nada. Yo mismo no creería mis palabras, pero esperaba que él si lo hiciera. Qué difícil era aparentar ser de otra época, más si esta es tan atrasada.

—Bien, entonces me dispondré a ayudarte —estirando su mano, Abdón me ayudo a subir al animal detrás de él— Devolved el caballo a su establo, por favor —ordenó al sirviente.

Nos pusimos en marcha a una buena velocidad lejos del palacio y saliendo de la ciudad. Dejamos atrás a todas las personas que abrían paso al ver el caballo del rey.

—¿Cuál es tu nombre, joven? —me preguntó.

—Zu Jung, solo Zu Jung.

—Es un nombre peculiar, es extranjero al igual que tú ¿Qué significa?

—No estoy muy seguro —en realidad si sabía, pero decirle que significaba dragón justo no era muy conveniente debido a las circunstancias— ¿Cómo te sentiste con tu cambio? —decidí evadir el tema cambiándolo.

—No es lo que esperaba. Tener un poder que te pone en la cima sobre otros es una responsabilidad pesada, no sabes si cederás ante la codicia. Te encuentras en constante prueba de no pasar un límite.

Admiré sus palabras. Tenía razón en todo lo que decía, ahora lo tomaba como una responsabilidad grande, pero él no sabía el futuro como yo. Después no es responsabilidad, sino condena. En ese instante tenía tantas ganas de conversar de dragón a dragón, sin embargo, no podía decirle que también era el dragón de fuego.

—A mí me pareces increíble, Abdón, quisiera ser tan fuerte como tú.

El rey soltó una fuerte carcajada frente a mis palabras, como si no creyera en absoluto que alguien le tuviera sincera admiración. Sin que él se diera cuenta, cambie solo mis ojos en forma dragón, para poder verle el alma.

En él había un sentimiento de amargura y tristeza, pero al mismo tiempo, pude ver una pureza y bondad tan grande que me hizo admirarle más. Sentí una especie de identificación, porque sus sentimientos negativos eran causa de la guerra y todo lo que paso. Yo también lo había visto, antes de llagar ante él.

—Eres en extremo peculiar, Zu Jung —me dijo en tono bajo, sin apartar la vista al frente—. Cuando Akatosh me cedió sus poderes, entre mis sueños me dijo que al finalizar la guerra vendría a mí un grupo de jóvenes de ropas extrañas y lenguaje ofensivo —soltó una leve risa—. También me dijo que llevara a uno de ustedes conmigo a la misión final que él me confió, aunque no me dijo a cuál elegir.

Espíritu DragónOnde as histórias ganham vida. Descobre agora