32. Tu interior.

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Los ojos de Lixue me miraban sin casi parpadear, esperando a que yo me decidiera al fin, indagar su memoria.

No estaba seguro de esto. Era como sacar al sol todos los secretos que alguien pudiera tener, mientras se invadía la memoria.

—No sé si sea mejor seguir viendo a la niña fantasma —dije con duda.

—Solo hazlo —recalcó Lixue, apretando su mano contra la mía, que seguía en su frente—. Rápido.

Trague saliva entre la indecisión y curiosidad por conocer como fue que llegó hasta aquí, nuestro iglú. Tenía un ligero temor al encontrarme con cosas que tal vez no quería saber, ya que esto no sería un sueño, sino mi propia indagación.

Suspiré profundo y cerré los ojos, antes de si quiera intentar entrar en su memoria. Y cuando menos lo pensé, todo a mi alrededor había cambiado. Me asusté un poco por el cambio repentino, y Lixue ya no estaba a mi lado.

Giré la cabeza, viendo todo el entorno. Me encontraba en la sala de una casa, con muebles pequeños pero acogedores y un cuadro de venados enorme, justo al frente del sofá. Parecía que era cómodo, pero por alguna razón, la casa era demasiado fría.

Avance hasta llegar a un pasillo estrecho y lograr ver tres puertas, distribuidas casi al fondo. Me acerqué a la primera que llamo mi atención, sujetando el porche para abrirla. Sin embargo, la puerta de la entrada principal chillo llamando mi atención.

—¿Eres tú, Lixue? —dijo la voz de una mujer, saliendo detrás mío y atravesándome.

La seguí hasta que freno en seco, frente a una pequeña niña que no podía pasar los seis años. Levanté las cejas sorprendido, Lixue era la niña que yo estaba viendo desde hace un par de meses atrás. No sé cómo no me di cuenta antes, su cara inexpresiva era igual a la de la congelada.

La señora colocó las manos en la cintura y miró hacia abajo, con autoridad y enfado en el rostro.

—¡¿Dónde estabas?! —gritó de manera estridente— Te dije que no te movieras de tu habitación, pero claro, en el menor descuido mío tenías que irte a vagabundear ¿Que estuviste haciendo?

—Vi por ventana a un gato que se enredo en el árbol —la voz de Lixue pequeña, podía derretirte como mantequilla en tostada recién hecha. La melodía infantil y la frialdad con la que hablaba, me hicieron sonreír de manera inconsciente.

Un gruñido salió de la boca de la mujer, que tomó a la niña fuertemente del brazo y la empezó a arrastrar por el pasillo, hasta detenerse en una puerta y lanzar a la pequeña dentro.

—Es la última vez que te lo digo ¡NO TE MUEVAS! —y cerró la puerta con violencia.

Me enfurecí por el trato que esa mujer le dio a Lixue, arrojándola con violencia dentro de la habitación, siendo una pequeña niña humana. Me moleste por no poder hacer nada más que un observador y sentí, que no podía tolerar ver, si ella tuvo un pasado horrible.

La memoria funcionaba no muy diferente a mis sueños; el tiempo era distinto y solo avanzaba hasta lapsos importantes. Unos pocos minutos de observación habían bastado para odiar a aquella mujer que se decía "madre", así misma.

Lixue era golpeada si hacía o no hacía algo, si se escapaba, tomaba una bara larga de madera y la golpeaba en la espalda, hasta cansarse. Si no comía, castigo. Si comía demasiado, castigo.

—No hables, las personas habladoras son estúpidas —le dio una palmada en la boca, mientras tomaban la cena.

No sé si esa afirmación, era una de las razones por las que Lixue, siempre estaba callada como si fuera muda. Casi no hablaba y cuando lo hacía, era poco, poco, poquito. Y eso me enojo más.

Espíritu DragónWhere stories live. Discover now