69. El comienzo es el final.

22 3 39
                                    

En un pequeño pueblo de Rjukan, Noruega, dónde pocas veces se veía el sol y cuando su presencia se manifestaba con sus rayos cálidos, la población armaba todo un festival lleno de juegos familiares, buena comida y comercio.

Los días de festival eran ideales, pues la familia Castiel deleitaba al pueblo con un pequeño espectáculo de magia, que observaban encantados chicos y grandes. Durante ese tiempo, toda la atención se desviaba a los brujos del pueblo, por lo que era fácil escabullirse por ahí. O bueno, eso pensó Annalise, quien aprovecho esta pequeña evasión de atención y corrió al bosque sin que nadie la viera, sin embargo, su pequeña hermana Leah la vio y de inmediato la siguió.

La niña de diez años apenas si podía hacer unos cuantos conjuros a diferencia de su hermana mayor, la heredera de la familia. A pesar de haber una clara diferente entre ellas, no solo por la edad, se amaban incondicionalmente. Por esta razón, Leah seguía a su hermana a dónde fuera, sin importar nada. No era la primera vez que seguía a Annalise al bosque, solo que a veces si lograba alejarse de su vista.

Cuando se sintió perdida al no verla a lo lejos, caminó sin rumbo por un rato, hasta que a la lejanía escucho la voz de su hermana mayor, manteniendo una conversación con alguien. Formando una sonrisa encantadora, la niña corrió en dirección a la voz hasta lograr hallarla.

Lo primero que vio al encontrarla, fue al chico con el que se había encontrado veces anteriores, pero él le daba miedo; su apariencia era aterradora para sus jóvenes ojos, además de representar una clara amenaza para el mundo entero. Era un hijo de dragón, el único que había por esa zona y el único que no había atacado a nadie hasta el momento. Era un eslabón perdido, que nadie sabía dónde estaba, excepto Annalise y Leah. Se ocultaba en bosque sin dar señal alguna y le era fácil esconderse debido a que imitaba la apariencia de los animales del bosque.

Annalise volteó a ver a su hermana una vez que atravesó los arbustos para llegar a ella. La mayor suspiró y la miró enojada.

—¿Qué haces aquí, Leah? —su voz asemejaba todo, menos dulzura.

—¿Por qué abandonaste el festival? —preguntó la niña, con mucha inocencia— Eres la heredera y el pueblo espera ver tu potencial.

—No quiero tanta atención.

—Pero todos ponen esperanza en ti. El ritual está cerca.

La última frase causó que Annalise ardiera en rabia. Y aunque sabía que su hermanita solo repetía lo que siempre escuchaba, no pudo controlarse.

—¡Estoy harta de eso! No mataré a nadie ¿Entiendes? No soy ninguna esperanza, yo solo quiero que me dejen en paz y me dejen vivir mi vida, Leah.

En realidad, Annalise amaba la magia y le encantaba ayudar a los demás con sus habilidades, sin embargo, desde que los dragones empezaron a maltratar a las personas, su propósito había cambiado drásticamente. Entrenada para acabar con ellos y puesta como símbolo de salvación, se encargaron de presionar cada día para que matara. Estaba segura de que debía hacer algo para acabar a todos los dragones, hasta que de casualidad se encontró a Skog, el dragón de la naturaleza.

Al principio le asustó demasiado tener uno cerca cuando aún no estaba del todo lista para enfrentarlos, pero al ver que este se sorprendió más que ella al verle, le pareció curioso su comportamiento. Desde entonces, solía escapar al bosque para encontrarlo, aunque desde un inicio él parecía mostrar molestia cada vez que la veía, pues la chica había obtenido la habilidad de encontrarlo sin importar que tan bien se escondiera, optó por acostumbrarse a su presencia. Para Annalise, Skog representó la rebeldía que nunca se había atrevido a hacer, también reflejaba el verdadero ser de los dragones. No vio maldad en él.

Espíritu DragónWhere stories live. Discover now