25. Aventuras en la selva.

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Y allí estaba, con el cuerpo entumido hasta la lengua. Lixue nos miró a todos sin expresión alguna. No estábamos cubiertos de hielo, pero me sentí como una escultura de este material. Era como si estuviéramos en parálisis del sueño, pero sin alucinaciones. 

Me arden los ojos, no puedo parpadear.

La congelada se acercó a paso lento hacia la chica indígena, sin dejar de verla. De algún modo, sentí que ella se estaba burlando de la fortachona, porque la controlaba con su mente sin necesidad de hacer esfuerzo físico.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de darle el único golpe que se necesitaba, Lixue detuvo su mano y ladeó la cabeza, mirando hacia la nada.

En ese instante, todos volvimos a la normalidad y yo me acerque al iglú, sacudiendo la mano frente a sus ojos, pero ella no pareciera no verme.

—¿Me oyes? —llamé su atención, pero su vista estaba perdida.

—Te oigo, pero no estoy en la selva —dijo fría.

Volteé a ver a la guacamaya, dándome cuenta de que ella estaba muy concentrada en no quitar la vista hacia Lixue.

—¡Le está haciendo algo! —advertí a los demás.

Los demás dragones se percataron de ello e inmediatamente atacaron a la chica, pero ella respondía cada ataque, sin dejar de mirar a la congelada. Era muy habilidosa.

Puse una barrera de fuego entre ellas dos, pero no funcionó. Así que tendría que hacer algo, para liberar a Lixue.

Aproveche que los demás estaban atacándola, para acercarme de manera sigilosa y tocarla para saber... Cuál era su mayor temor. Lo sé, había prometido no usar este poder para causar daño a alguien, pero al ver que le hacen algo a Lixue o al resto de los dragones, no podía quedarme de brazos cruzados.

Estiré el brazo alcanzando a la chica y cuando tuve contacto con su piel, la hice detenerse.

—Lo siento —hablé antes de continuar.

Dispuesto estaba a frenarla e indagar su interior, más sentí que todo mi cuerpo se erizo con un sentimiento, que me helo la sangre. Y al igual que mi interior, todo mi espíritu tembló, con el sufrimiento de mucha gente.

Volteé de manera instintiva hacia una dirección en la selva. La desconocida también volteó hacia aquel camino y su rostro, cambio de manera drástica.

Me dio un golpe en el estómago y salió corriendo hasta subirse a un árbol y avanzar por entre la vegetación.

—¿Está escapando? —preguntó Zephir dudoso.

—No —le respondí con la voz quebrada.

No pude aguantar el sentimiento de angustia que invadió mi espíritu y salí corriendo también, en esa dirección. Sentía como mis compañeros gritaban a mis espaldas, preguntadme que había sucedido, pero no les respondí. Quería llegar cuanto antes a aquel lugar.

Frene en seco al llegar a lo que parecía una tribu, pero vuelta nada. Humanos de todas las edades estaban siendo atacados por hombres armados, que no tenían piedad de ellos.

—Cielo santo —pronunció Evan, incrédulo.

—¡Hay que ayudarlos! —me desesperé.

No tenía habilidades de lucha, pero ataque con todo lo que había aprendido. Noquee a tantos hombres armados, con mis esferas de fuego, que perdí la cuenta de su número de aumento, pero quería salvar a esta gente.

La chica indígena protegía a estas personas, veía su espíritu lleno de furia mientras acababa con sus invasores. Me sorprendió verla transformase en un león, luego en un elefante y por ultimo, en un jaguar. Y todos le ayudamos, las chicas pusieron a las personas en un lugar seguro, mientras el resto nos encargamos de los criminales.

Espíritu DragónWhere stories live. Discover now