66. ¿Cuál es tu peor miedo?

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Gael me mantuvo la mirada luego de desesperarse. Aquellos ojos decían más que mil palabras, el miedo primerizo bajo mis manos se reflejaron en aquellas ventanas que amenazaban con fragmentarse como el cristal. El hombre dejó de luchar por apartarme, se rindió ante mi poder.

Lo vi caer sobre sus rodillas mientras investigaba en su cabeza. Realmente me sorprendí al ver su miedo. Antes no podía ver los miedos de las personas en las que aplicaba mi habilidad, pero desde mi contacto con Akatosh estaba seguro de que ahora sí podía verlo y lo estaba comprobando con el brujo.

Viaje por un largo túnel hasta los recuerdos del hombre. Dos personas se miraban una frente a la otra a la distancia. Reconocí a uno de ellos, era el doctor. El otro hombre, grande y musculoso, lo miraba como si estuviera protegiendo un preciado tesoro.

A paso lento, intente acercarme a ellos, sin embargo, la repentina luz blanca que atravesó el pecho del doctor, me hizo detenerme. El Gael original pareció estar sorprendido y asustado mientras sus pies cedían ante la inestabilidad del golpe y el hombre en frente de él lo miraba sin hacer nada, como si esa protección que mostraban sus ojos no significará nada. Como si hubiera desaparecido en solo un instante.

—¿Por qué? —preguntó el doctor, agonizando.

El hombre le miro, esta vez, con desdén.

—Porque yo soy el verdadero.

Caminé unos cuantos pasos acercándome para verlos mejor. Parecía un miedo insignificante, pero para el brujo significaba algo demasiado grande ¿Por qué? ¿Por qué se desesperó por esto? No lo había entendido hasta que pude aclarar mi mente.

Observe de nuevo al hombre grande, tensaba su mandíbula ancha al tiempo que peinaba su cabello negro hacia atrás. Alto y acuerpado, expresión de desprecio y maldad. No había duda. Él era el brujo.

El que tomo el anillo, el que desapareció al doctor. El brujo estaba frente a mí y no había reconocido su apariencia. Era diferente a como siempre lo vimos, pues la apariencia del doctor es dominante por ser el original. Ahora estaba agradecido de que el brujo no pudiera cambiar también su cuerpo, parecía más que imponente así y de seguro también aumentarían los problemas al igual que su tamaño.

—¿Por qué lo mataste? —pregunté.

El hombre se sorprendió al escuchar mi voz y de inmediato volteó a verme. Inclinó el rostro, como si no me conociera.

—¿Quién eres tú? —confirmó mis sospechas al preguntarme.

Sin decir una sola palabra me acerqué a él y coloqué mi palma en su frente. Como si tuviera el poder, le di todos los recuerdos y memorias del verdadero brujo, pues lo que tenía frente a mí solo era el reflejo de su miedo.

La mirada de desdén que tenía el brujo, se suavizó. Me miró incrédulo y aparto mi mano con violencia, no creyendo lo que veía. Una carcajada diabólica retumbó el ambiente. Lo miré con seriedad, hasta que su risa se detuvo y tomo el suficiente aire para hablarme.

—Debe ser una broma —dijo entre risas— ¡No temo matar a Gael!

—¿No le hiciste una promesa cuando naciste? —pregunté en respuesta, teniendo sus recuerdos.

—Esa debilidad siempre fue su perdición. Lo hice para calmar su mente y que no cometiera locuras porque no podía tomar el control. Teníamos que vivir.

—Mentira. Yo lo vi todo. Tú surgiste porque Gael así lo quiso y desde que estuviste aquí le prometiste que lo protegerías, que nada le haría daño, que no harías algo que él no quisiera —esta vez, el que rio fui yo—. Siempre pensé que odiabas a Gael por cómo te expresabas, pero ahora lo entiendo todo, tus palabras eran un escudo ¿Por qué lo encerraste? Es tu mejor amigo, no tienes a nadie más que a él. Es tu familia.

Espíritu DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora