1. El pasado ha vuelto

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¿Sabéis cual es la película de Desayuno con diamantes? ¿En esa donde Audrey Hepburn desayuna todas las mañanas frente a un escaparate del Tiffany's? Pues así era la vida de Luisita Gómez desde hacía meses, con la única diferencia de que ella no admiraba diamantes sino libros, y en vez de un vestido lujoso llevaba un par de ojeras.

Hacía meses que seguía esa rutina: levantarse temprano, coger un café para llevar de la cafetería más cercana y desayunar admirando aquella librería. Y no es que fuese una librería emblemática, es más, era diminuta y sus libros acumulaban una capa de polvo que indicaban que llevaban tantos meses sin limpiarse como Luisita llevaba mirándolos. Pero en realidad, lo que le llamaba la atención de aquella cristalera no era el interior, sino el cartel del "SE VENDE" en grande y en negrita.

Soñaba con poder comprarla. En cierto modo se había obsesionado con ello, tanto que estaba volviendo loca a su familia. Y no sólo a su familia, Beatriz también se estaba empezando a hartar de escuchar hablar de aquel lugar, y de hecho, hacía una semana que habían hablado del tema y le había dicho a Luisita que no volviera por ahí. Pero, por mucho que sabía que su novia odiara que tuviera tantos pájaros en la cabeza, ella no podía evitarlo, así que empezó a acudir a aquel sitio a escondidas.

Luisita estaba en su último año de psicología, y era su vocación. Desde pequeña había sabido lo importante que era ayudar a los demás a pasar malos momentos, y aprendió que no todas las heridas son físicas. Pero, por otro lado, le encantaba escribir, era una de sus grandes pasiones, y pensaba que podía combinar aquellas dos cosas y ayudar a la gente con sus palabras. Sólo necesitaba un sitio donde hacerlo y lo había encontrado, sólo que no tenía dinero para ello.

Trabajaba con su única hermana en el local del que era dueña esta. Mientras terminaba la carrera, decidió ayudarla para poder ahorrar dinero y quizás algún día ver cumplir su sueño. Pero, mientras tanto, tenía que sacrificarse en aquel trabajo y soñar despierta mientras admiraba cada mañana aquella librería.

Enero había llegado a su fin, pero el frío mañanero de Madrid era peor que en plenas navidades, así que ahí estaba, con su café calentándole las manos y su bufanda protegiéndola lo máximo posible del viento helado. Seguía ensimismada observando aquellos libros cuando escuchó a la última persona que esperaba oír.

-¿Pitufa? ¿Eres tú?

El corazón de Luisita se paró. Había una sola persona que la llamaba así pero no... no podía ser. Se había ido hacía seis años y no había vuelto a saber de ella. Era imposible que fuese Amelia. Sin embargo, cuando se giró, volvió a ver aquel color de ojos del que se había enamorado perdidamente cuando era adolescente.

-Dios mío, si que eres tú. – dijo la morena sin salir de su asombro. – Madre mía, Luisita, estás increíble. ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos?

Luisita creía que aquello era una broma de mal gusto, pero su asombro no la dejaba razonar así que simplemente le siguió el juego.

- Hace seis años.

- Es verdad... tú tenías dieciocho, y mírate ahora, toda una mujer.

- Gracias. – dijo bastante cortante.

- ¿Qué tal te va todo? María me dijo que ya te queda poco para acabar la carrera.

- Si... estoy terminándola, de hecho.

- Que bien, pitufa. Me alegro de que te vaya tan bien.

Que la volviera a llamar por aquel mote hizo que volviera a la realidad. Empezó a observarla bien, y aunque estaba algo mayor, no había cambiado nada. Era la mejor amiga de María, y se conocían desde que tenía uso de razón. Tenía cuatro años más que ella, por lo que ahora tenían respectivamente veinticuatro y veintiocho años. Luisita no pudo evitar pensar en la última vez que se vieron y que, a pesar de que ya tuviera dieciocho, era una niña estúpida que había quedado totalmente prendada de ella. La rabia empezó a recorrerle por el cuerpo.

-¿Oye has terminado? Porque tengo cosas más importantes que hacer que hablar contigo.

A Amelia se le borró la sonrisa de la cara de repente. No se esperaba aquella contestación, recordaba a Luisita como una niña dulce y divertida.

-Perdona, no me he dado cuenta de que estabas ocupada... No te preocupes, ya nos ponemos al día en otro momento.

-Lo dudo.

Y tal como lo dijo se giró y Amelia la perdió de vista mientras caminaba calle abajo. Se quedó mirándola extrañada, realmente no se esperaba aquella reacción, siempre se habían llevado genial.

Miró hacia aquel escaparate que admiraba la rubia para que pudiera darle alguna pista de lo que había pasado, pero nada, por lo que se fue dirección al King's a buscar a su mejor amiga, la cual llevaba sin ver tanto tiempo como a aquella chica rubia que acababa de salir huyendo.

Luisita se detuvo en cuanto giró la esquina y se aseguró de que no estaba a la vista de la morena. Aún no podía creer lo que acababa de pasar. No podía creer haberla tenido tan cerca después de tanto tiempo, haber vuelto a mirar a aquellos ojos ni haber vuelto a deslumbrarse por aquella sonrisa. Pero, sobre todo y lo que estaba haciendo que Luisita se encontrara en ese estado, era que no podía creerse que la morena hubiese actuado tan normal y natural después de todo, después lo que pasó aquella última noche que se vieron. No podía creerse que hubiese actuado como si aquella noche no hubiera existido.

Joder, lo último que necesitaba ahora era que Amelia Ledesma volviera a su vida para hacer tambalear sus cimientos. Aquella morena se había pasado toda su adolescencia provocando un huracán de sentimientos en su interior, porque, prácticamente, la mejor amiga de su hermana mayor había vivido en su casa, había sido durante muchos años otra Gómez, y sólo esperaba que aquello no se volviera a repetir.


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Cortito pero por algo hay que empezar. 

Esto ha sido una toma de contacto, iré actualizando los martes y viernes a no ser que por circunstancias ajenas no pueda.

Espero que os guste esta historia pero sobre todo que os entretenga y os haga reflexionar sobre ciertos temas que se trataran☺️

Arrancamos motores💜

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora