54. Conociéndote

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– Eso no es verdad, ¡no fue así! – le reprochaba Luisita mientras se reía a Mateo.

Llevaban toda la noche los cuatro amigos de siempre riendo entre anécdotas. En realidad, aquella quedada tenía un motivo especial y era que Marina había decidido que si no era ella misma con la gente que quería, no podría ser nunca feliz. No es algo como si quisiera proclamarlo a los cuatro vientos ni tenía la necesidad de contárselo a cada persona que conocía, pero salir del armario con sus amigos era algo que sí que necesitaba. No quería tener que esquivar conversaciones ni sentir que tuviera algo que ocultar, porque ahora que tenía su cabeza aclarada, no quería retroceder en ese aspecto. No les había contado nada sobre María, porque sabía que a Mateo se le iría de la lengua y se lo contaría a Lourdes, y contárselo a sus amigas era decisión de María y no suya, pero a Marina tampoco le importaba, total, ahora ya no había nada que contar.

Así que ahí se encontraban Luisita, Marina, Mateo y Fede, porque lo que había empezado como una confesión sincera entre amigos, había acabado en una conversación donde no hacían más que sacar los trapos sucios los unos de los otros, recordando a cada quien los desastrosos ligues que han tenido en el pasado.

– Claro que fue así, sólo te liaste con esa tía porque te dijo que vivía en una azotea con vistas al WiZink Center y esa noche había concierto de Vanesa Martín.

– Pero si el WiZink está techado. – interrumpió Fede.

– ¿Y tú te crees que esta mujer con el ciego que llevaba se iba a acordar de aquel detalle? – seguía riendo su amigo.

– Pues para que lo sepas, sí que se escuchaba la música ¿Sabéis que os digo, panda de celosos? Que puedo decir que lo he hecho con Vanesa Martín de fondo en directo y me quiten lo follado

– Así se habla. – le contestó Marina chocando con ella la mano.

– ¿Vosotras queréis otra? – preguntó Fede señalando a su pinta de cerveza vacía.

– Si, porfa.

– Anda, te acompaño, que tú sólo no vas a poder con todo. – le sugirió Mateo, levantándose junto a él.

Las dos vieron como sus amigos se dirigían a la barra, la cual estaba abarrotada de gente y, tras ella, a dos camareros junto a una María que parecía mucho más rara que de costumbre. Luisita se quedó mirándola y vio como la vista de su hermana se había dirigido hacia donde estaba, pero parecía que no hubiera si quiera visto a la rubia, porque sus ojos habían ido directos hacia la chica que estaba junto a Luisita. Fue una mirada que duró un segundo, pero la rubia pudo notar como a su amiga se le había caído la sonrisa que había llevado durante toda la conversación con sus amigos.

Luisita miró a su mejor amiga y vio cómo ella seguía con la mirada fija en María mientras su hermana ya volvía al trabajo. La mente de la rubia volvió al día de ayer cuando su amiga la llamó para contarle como se había tirado al vacío sin respuesta, literalmente.

– Marina... acércate y habla con ella.

Marina quitó la vista de María al haber sido descubierta y negó la cabeza, volviendo a mirar a su amiga.

– No Luisita, de verdad.

– Pero si es lo que quieres.

Se quedó mirando a Luisita porque tampoco iba a mentirle, claro que quería y ambas lo sabían, pero ya no era cuestión de eso.

– Pero ella no.

– Claro que quiere lo que pasa que es una idiota y una miedica.

– Mira, Luisita, de verdad, no pasa nada. Salté y me hostié, y no pasa nada, la vida sigue.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora