12. Netflix y termómetro.

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Amelia entró en el piso y se encontró a Luisita y a Bea acurrucadas en el sofá viendo una película. Bueno, en realidad no, era más bien que la rubia estaba escondida bajo el brazo de su novia mientras esta otra sonreía viendo la pantalla cómo si estuviera viendo la película más graciosa de la historia. Pero cuando Amelia miró hacia el televisor, vio que se trataba de una película de miedo al reconocer al reparto de la primera película de la saga de Expediente Warren.

-Venga Luisi, que te estás perdiendo media película.

- Que te he dicho que no quiero mirar.

A la ojimiel le enterneció demasiado aquel tono de voz tan asustado, como cuando era pequeña y odiaba ver películas de miedo. La pequeña sonrisa de Amelia desapareció al recordar ese dato, y es que a la rubia no le gustaban nada esas películas, Amelia lo sabia, y no creía que eso hubiera cambiado viéndola ahí muerta de miedo. ¿Qué hacía viéndola? Al ver a la rubia sufriendo y a su novia tan emocionada por lo que estaba viendo, la ojimiel volvió a mirar al televisor y vio como estaba empezando aquella escena tan mítica donde Lorraine Warren estaba descolgando la ropa del tendedero y sabía perfectamente lo que iba a pasar. No pudo aguantarlo.

- Pitufa tranquila, ahora descuelga la sábana, se le vuela con el viento, se queda enganchada en una silueta invisible y el fantasma entra en la casa por la ventana.

Luisita empezó a abrir los ojos algo más aliviada al saber lo que iba a pasar y estar preparada, y en la pantalla apareció exactamente lo que había descrito la ojimiel.

- ¡Oye! Joder con el spoiler. – se quejó Bea enfadada, y Amelia se sintió doblemente satisfecha por haber hecho que Luisita pareciera más calmada y, además, haber conseguido fastidiar a su acompañante.

Bueno, mucho más calmada, tampoco. Luisita tenía mala cara, y no como para que fuera causa de estar viendo una película de miedo. Decidió que no era asunto suyo y siguió su camino hacia su habitación. En realidad, estaba ahí de paso. Esa noche había quedado y se moría de ganas, porque no era una quedada cualquiera, era una cita. Desde que entró al grupo de teatro, notó que una de sus compañeras la miraba y sonreía de forma diferente a las demás, y finalmente, la otra le pidió que cenaran juntas. Estaba muy ilusionada, le había parecido guapísima desde el principio y super simpática, y ¿por qué no? Ya era hora de que disfrutara un poco de la vida, porque había aprendido que era demasiado corta.

Mientras se duchaba, aquella sesión de cine del salón había llegado a su fin, y la pareja también tenía planes.

- Bueno, ¿qué? ¿Te arreglas y nos vamos ya?

- Bea yo... yo no me encuentro bien. – dijo con algo de miedo.

Su novia la miró con el ceño fruncido.

- ¿Qué te pasa, cielo?

- Tengo super mal cuerpo.

- Bueno pues te vienes un rato y te vas tú antes.

- Pero es que no creo que pueda ir.

- ¿Qué dices? Pero si hacía días que ya habíamos hecho este plan.

- Ya... pero creo que tengo fiebre.

Su novia le tocó la frente y se dio cuenta de que realmente tenía una temperatura mucho más alta de la normal.

- Joder, Luisita. ¿Para una noche que habíamos quedado todas?

Luisita agachó la cabeza sintiéndose culpable y dispuesta a vestirse y salir si se lo volvía a pedir.

- Lo siento. – murmuró.

Bea resopló y volvió a mirar a Luisita, y aunque aquel cambio de planes le había jodido la noche, ella misma había comprobado que la rubia decía la verdad.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora