48. Tú y sólo tú

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La mañana del domingo estaba casi terminando y Amelia estaba sentada en el sofá esperando a que las hermanas con las que compartía piso se terminaran de vestir para ir a comer a casa de los Gómez.

Movía nerviosamente la pierna mientras se comía las uñas. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan nerviosa, pero era verdad que aunque intentaba fingir que todo iba bien, estaba empezando a sentirse bastante aterrada por presentarse en aquella casa por primera vez como la novia de Luisita. Sabía que los Gómez la querían, y en realidad no creía que su relación con ellos fuese a cambiar demasiado, pero no podía evitar sentirse así.

– ¿Nerviosa por conocer a los suegros? – bromeó María al verla tan evidentemente nerviosa.

Amelia la miró de pie a su lado, centrando su atención en su amiga para despejarse.

– Ya te llegara la hora a ti, listilla.

– ¿A mí?

– Si, si. Y peor será para tu chica, que una comida con los Gómez no la supera todo el mundo.

Sabía que Amelia estaba sacando el tema a modo de distracción y, aunque siguiese sin gustarle mucho hablar sobre el tema, en cierto modo sentía como un peso se había ido al poder hablar con su mejor amiga con libertad sobre eso.

– Primero, eso no sucederá nunca y segundo, no es mi chica. Sólo somos amigas.

Amelia se rio porque, aunque María se creyera sus palabras, sabía que ni a sí misma se convencía.

– Ya... ¿y le has dicho ya que estás loca por ella?

Podría negarlo, pero era absurdo, ya ni siquiera se lo podía negar así misma cuando se besaban, cuando la miraba.

– Ni se lo voy a decir.

A Amelia se le cayó la sonrisa y estudió a su mejor amiga. Era evidente que estaba quitándole importancia y que intentaba ocultar las muchas vueltas que le daba a la cabeza a menudo, y las veces su cobardía callaba a sus ganas.

– ¿Por qué?

– Te dije que ella es importante para mi, ¿vale? No quiero estropear nuestra amistad.

La sonrisa de Amelia se endulzó al ver cómo su amiga lidiaba por primera vez con sus sentimientos.

– Pero... habéis follado ya, ¿no?

– Puede ser. – dijo mordiéndose la sonrisa al recordar su piel y gemidos.

– María, no es por nada, pero una persona que es importante para ti con la que follas y luego duermes abrazada, creo que de amiga tiene poco.

María enrojeció al darse cuenta de sus palabras y entró un poco en pánico al darse cuenta de que aquello se estaba convirtiendo en una relación sin etiquetarla como tal. Era cierto que ellas no hablaban de ellas ni hacia dónde iban, lo único que sabían es que a ambas les gustaba la compañía mutua y que las dos evitaban hablar de aquel tema.

– ¿Te quieres callar que nos va a escuchar Luisi?

Amelia sabía que no conseguiría sacarle nada en esos momentos, pero al menos se divertiría un poco a costa de su mejor amiga.

– ¿No quieres que descubra que ya te has desvirgado con una chica? ¿O no quieres que sepa que su hermana de fachada de tía ligona en realidad es igual de romántica que ella? – le preguntó con una sonrisa pícara y su ceja alzada.

– Cállate. – le riñó mirando alrededor por si había señales de su hermana.

– Es que estás perdidísima.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora