56. Pequeña familia

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En amor lo puede con todo.

Bueno, con casi todo. Con lo que no puede el amor es con la realidad de la vida, porque si fuera por su amor, Amelia y Luisita hubieran corrido en ese momento al juzgado a casarse, y esa misma noche de luna de miel, harían el amor hasta quedar exhaustas, hasta que saliera el sol y tuvieran que levantarse para ir a por Eva y llevarla con ellas, creando las tres un nuevo hogar. Sin embargo, la vida tiene sus trabas y sus papeleos, así que, por mucho que quisieran, no pudieron hacer nada de eso (excepto lo de hacer el amor durante toda la noche, claro).

Pero aquella noche de celebración, además de para el sexo, también tuvieron tiempo para hablar y pensar bien en el futuro. Se amaban como nunca habían amado a nadie, y sabían que si, efectivamente, tarde o temprano acabarían en el altar, porque no imaginaban una vida donde no estuviera la otra a su lado, pero las dos eran conscientes de que el motivo por el que habían apresurado aquel gran paso era para poder adoptar y tener una familia.

Si por ellas fuera, habrían buscado el momento ideal para la proposición, se hubiesen tirado planeando la boda durante largos meses y hubiesen disfrutado de cada momento del largo proceso, porque de eso se trata la vida, de disfrutar del camino y no sólo de la meta. Sin embargo, la prisa por tener el certificado de matrimonio para los trámites de la adopción era primordial, y les impedía saborear todo aquello como les hubiera gustado. Y aunque sí, necesitaban hacer aquello con esa prisa, no impedía que siguieran queriendo todo aquello con lo que habían soñado.

Por eso, aquella noche, tomaron una decisión. Irían al juzgado y se casarían como parte del proceso para obtener la adopción de Eva, y cuando por fin la tuvieran y la niña estuviera por ellas, celebrarían aquel acontecimiento como era debido porque si aquellas prisas se trataban de crear una familia, para ninguna de las dos tenía sentido celebrar una boda sin ella. No, de ninguna manera. Aquella boda sólo se celebraría cuando toda la familia estuviera unida.

Porque sí, sabían que tarde o temprano aquella gran celebración llegaría porque Eva acabaría formando parte de su familia costara lo que costara y ninguna de las dos se iba a echar atrás por muy duro que fuera el camino, no había manera de que no fuera así. Lucharían por ella hasta el final.

No eran unas ingenuas, sabían que no iba a ser un camino nada fácil, pero es que además, el inicio tampoco lo era. Sabían lo que querían, pero no sabían ni cómo pedirlo y ni qué pasos dar, y es por eso por lo que confiaron plenamente en su abogada, porque claro, alguna ventaja tenía que haber en tener una amiga abogada y encima especializada en derecho de familia, así que dejaron en manos de Cris aquello.

No pasaron muchos días hasta que Cris les comunicó que debían reunirse junto a la trabajadora social que llevaba el caso de Eva y que la niña también estaría presente. Tenía que hacerles una evaluación previa antes de empezar ningún procedimiento y aunque ya tenía muchos datos sobre papel y los que les había facilitado Cris, pero necesitaba una valoración con sus propios ojos.

Y es por ello por lo que, en esos momentos, Luisita que había sido quien había llevado el asunto con profesionalidad, ahora estaba sentada en el sillón del salón con la cabeza baja sujetada con sus manos sin poder parar de mover su pierna y con tanta ansiedad que sentía que se iba a ahogar.

– Ey.

Levantó la mirada y ahí estaban sus ojos favoritos mirándola con dulzura. Amelia se había puesto en cuclillas frente a ella acariciando su muslo con ternura intentando tranquilizarla. Aquellos días había sido la morena quien había estado atacada por todo aquel tema, porque Luisita estaba mucho más acostumbrada a tratar aquellos temas en la asociación, y además, acababa de darse cuenta de que eso implicaría estar a cargo de una niña de cinco años que, a pesar de adorarla con todo su alma, podía contar con los dedos de una mano todas las veces que la había visto y sólo por unas horas, y ahora se cuestionaba su capacidad como cuidadora y lo repentino que estaba siendo todo. Pero ahí estaba siempre a Luisita a su lado, calmándola y haciéndole ver lo muy equivocada que estaba cada vez que esas dudas venían a ella. No sabía si estaba preparada o no, pero quería construir esa familia, el cómo ya lo iría aprendiendo por el camino.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora