40. A.P.S.

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Era miércoles y ya casi era de noche. Amelia estaba terminando de hacer unos burritos de cenar para dos. Las dos semanas anteriores, la ojimiel había estado ocupada repartiéndose besos nocturnos con Luisita y María ni si quiera había pasado por casa, por lo que Amelia suponía que estaba con ese chico misterioso. Ambas estaban con sus propios planes, pero Amelia no quería perder esa costumbre que parecía haber establecido con su mejor amiga de cenar juntas todos los miércoles.

Podrían haber intentado cenar esos últimos miércoles, o buscar un hueco cualquier otro día, pero en realidad, Amelia se sentía demasiado culpable al no contarle nada a María sobre Luisita que intentaba no estar mucho con ella asolas. En realidad, tampoco sabría muy bien que contarle, porque ni ella sabía exactamente qué tenía con Luisita. Habían pasado dos semanas y habían sido las mejores de su vida, y aunque ella misma fue la que no quiso establecer ninguna etiqueta desde el principio porque sabía que Luisita aún necesitaba tiempo de recuperación, el tiempo había pasado demasiado rápido y sus dudas aparecían más a menudo en su cabeza. Amelia era tan feliz con Luisita que ni si quiera hablaron de exclusividad en ningún momento, porque ella no sentía que hiciera falta, porque para ella sólo había una persona quien quisiera meter en su cama incluso antes de que se admitieran sus sentimientos, y sentía que a la rubia le pasaba igual, lo sentía en su mirada.

Ella siempre creyó que el simple hecho de poder pasar tiempo con Luisita era más que suficiente, pero ahora no, ahora sentía que quería más. Quería todo y con ella. Podría haberse sentado con Luisita a hablar de esa forma tan natural que ambas tenían de expresar cómo se sentían la una por la otra, pero por primera vez en su vida, Amelia tenía miedo de lo que le pudiera responder la rubia.

Amelia había echado mucho de menos a su mejor amiga esos seis años en los que estuvo fuera, pero ahora, ahora realmente la necesitaba y no porque necesitara desahogarse sobre ese tema en concreto, sino porque simplemente echaba de menos la manera que tenía María de siempre animarla, incluso inconscientemente. Así que, ese miércoles cuando María le dijo que volvería para cenar, sabía que tenía que hacer algo especial, porque tampoco quería descuidar su amistad ni ser de esas personas que en cuanto conocen a alguien se olvidan de sus amigas.

El sonido de las llaves indicando que María estaba entrando por la puerta principal la pilló enrollando el último burrito.

– ¿Hola? – se escuchó a lo lejos.

– Estoy en la cocina.

María entró en la cocina y se quedó mirándola con una sonrisa en la cara y los brazos cruzados. Desde luego, Amelia en la cocina no era una imagen que recordara de su juventud, aunque tenía que reconocer que en lo que había podido descubrir desde que había vuelto que la ojimiel había mejorado mucho en sus habilidades culinarias. Suponía que aquello se debía al instinto de supervivencia.

– ¿Qué haces?

– Burritos. Me he acordado de lo mucho que nos gustaba comerlos y bueno, pensé que te gustaría.

– Madre mía, es verdad. – dijo María desbloqueando los recuerdos de su adolescencia. – ¿Te acuerdas de cuando los comprábamos en aquel sitio que abrió que tanto nos gustaba y nos los llevábamos al parque que había al lado del instituto?

– ¿Qué si me acuerdo? Si teníamos un banco que era prácticamente nuestro. – dijo riéndose recordando aquel sitio que parecía estar disponible siempre para ellas.

– Cierto, cierto. De hecho, creo que llegamos a poner nuestras iniciales, ¿verdad?

– Es verdad, no me acordaba de eso.

Ambas sonreían rememorando aquella época que, para la ojimiel su adolescencia no fue exactamente fácil debido a su situación familiar, aquellos paréntesis con su mejor amiga solían ser uno de los mejores momentos del día, convertidos ahora en anécdotas que guardaba con el mayor de los cariños. María miró la comida sobre el plato y Amelia pareció ver cómo sus ojos se iluminaron indicando que se le acababa de ocurrir una idea.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora