35. El de la mañana siguiente

7.7K 492 191
                                    

Un ruido extraño la despertó. Abrió los ojos algo desubicada y se despejó lo suficiente como para reconocer que era la alarma de un teléfono, pero no del suyo. Antes de que encontrara exactamente de donde venía el sonido, la rubia de su lado alzó la mano hasta la mesita de noche y palpó toda la superficie aun con los ojos cerrados para encontrar su teléfono y apagar el despertador. Amelia ni si quiera notó cuando Luisita se levantó a por su móvil en mitad de la noche, pero conociéndola con lo responsable que era con sus trabajos, no era de extrañar que se acordara de cogerlo para escuchar la alarma. Porque aunque para ellas lo de anoche hubiese sido un sueño, seguían en el mundo real y las obligaciones no desaparecían.

En cuanto consiguió apagarlo, Luisita gruñó y empezó a estirar todo su cuerpo en la cama para desperezarse mientras fruncía el ceño y bostezada, y a Amelia le pareció la imagen mas tierna que había visto nunca. Pero cuando ya pareció que la rubia terminaba de estirarse, se giró hacia el otro lado donde estaba durmiendo y, al abrir los ojos vio a su sueño hecho realidad: Amelia despertando a su lado. Era cierto que a lo largo de su vida Luisita se había tumbado con Amelia muchas veces, pero en pocas ocasiones se había quedado a dormir junto a ella y desde luego, nunca se habían despertado juntas. Cuando era pequeña siempre se iba a su cuarto para que al despertar no fuera pillada por sus padres ni le echaran la bronca por salir de su habitación cuando debería estar dormida, y más tarde cuando ya sabía que Amelia siempre ocuparía un lugar especial en su corazón, era ella la que no quería despertar a su lado, porque no quería que fuera así la primera vez que despertaran en la misma cama, ese momento tan especial no podía darse un día cualquiera porque sentía que le restaría importancia al momento.

Además, la Luisita adolescente no quería verla a su lado a la mañana siguiente porque sabía que dolería demasiado no poder besarla ni abrazarla, así que prefería reservar su despertar juntas para cuando pudiera hacerlo, incluso a riesgo de que eso nunca llegara a suceder. Pero estaba sucediendo. Cuando Luisita se giró hacia su lado, pudo ver a Amelia con la sonrisa más bonita que había visto en su vida, y a pesar de que el sueño aun siguiera en ella, sonrió de la misma manera. Era imposible no hacerlo.

La ojimiel seguía mirándola sonriendo sin decir nada, hasta que se dio cuenta de que a Luisita se le veía un pecho por encima de lo que le cubría la sabana, y su cara cambió al recordar que ambas estaban totalmente desnudas. Luisita se dio cuenta de hacia dónde había ido su mirada y automáticamente se subió la sabana para taparse algo pudorosa. Pero entonces, volvieron a mirarse a los ojos y rieron de lo absurdas que estaba siendo.

– Esto es raro, ¿no?

– Si, muy raro. – respondió Amelia con pequeña risa nerviosa.

Ambas habían deseado tanto que aquello pasara que ahora era incluso extraño darse cuenta de que era real, que no eran imaginaciones y que estaban ahí. Juntas. Desnudas. Queriéndose.

- Pero... ¿Raro a bien?

Amelia pudo notar la inseguridad de la rubia en su voz, así que volvió a sonreír y, poniendo una mano en la espalda de Luisita, la atrajo hacia sí para besarla. Todos sus miedos se disiparon en cuantos sus labios volvieron a sentir los de Amelia, porque podía sentir perfectamente la seguridad que le trasmitía.

– Raro a perfecto. – volvió a besarla una vez más y se alejó un poco para poder seguir hablando, pero aun rodeándola con el brazo. – Sólo que hemos traspasado una gran barrera que me he tirado toda mi vida intentando mantener en pie, siempre culpándome por desearlo, entonces me cuesta asimilar un poco que sí que está bien.

– Yo nunca me he sentido culpable de lo que siento por ti y entiendo por qué tú sí, pero ya no hay motivos.

Amelia le sonrió. Le encantaba como siempre Luisita hablaba con esa naturalidad de sus sentimientos, sin miedo, y lo admiraba mucho porque ella se había pasado muchos años avergonzada de sus sentimientos hacia la rubia y le parecía increíblemente valiente que ella hablara de esa forma tan abierta. Volvió a juntar sus labios y notó como Luisita suspiraba dentro del beso. Estaba siendo literalmente el mejor despertar de su vida.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora