11. La tercera hija

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Era un martes por la mañana temprano y Amelia caminaba por el barrio sin rumbo fijo. Habían pasado dos semanas desde su llegada y después de aquel enfrentamiento sin palabras que había tenido con Bea a la mañana siguiente de aquel encontronazo en los baños del King's, ahora parecían que las aguas se habían calmado. Se había dado cuenta de que esta seguía intentando hacer saltar a Amelia con cualquier tontería, pero ella no caería, sobre todo porque no merecía la pena entrar en aquel juego cuando sabía que saldría perdiendo. Y con Luisita, más de lo mismo, parecía que ahora simplemente habían aprendido a ignorarse, por mucho que le doliera a la ojimiel.

Por otro lado, tampoco le costaba tanto hacer caso omiso a todas aquellas tonterías, porque se pasaba el día en la nueva academia de teatro en la que había empezado a trabajar. En cuanto puso un pie en ella, sabía que estaba en el sitio indicado. No eran más de siete actores y solo hacían pequeñas funciones, la mayoría en la misma academia y casi siempre era para recolectar dinero para alguna causa o para fiestas infantiles, lo que la hacía sentirse doblemente realizada. Así que, por primera vez en su vida, sentía que estaba empezando a encontrar su sitio, sin embargo, aún no había encontrado el valor para caminar por aquellas calles de nuevo, pero aquello se tenía que acabar y es por ello por lo que se encontraba en la Plaza de los Frutos.

Era cierto que había ido a casa de los Gómez a comer, pero no se había atrevido a hacer nada más que la transportase a su pasado, pero estaba cansada de temer a los lugares, porque ellos no habían hecho nada, no tenían la culpa de tener asociados aquellos recuerdos. Y es que, nuestro alrededor está impregnado de recuerdos de todo tipo. Aquellos lugares a los que escapábamos, aquella canción que sonaba en el momento oportuno o las cosas relacionadas con esa persona especial o que tanto deseamos olvidar. Todos esos recuerdos pueden ser de muchos tipos, de los que te ahogabas de risa con tus amigos, de los que te distes cuenta que querías a esa persona, o de los que te distes cuenta de que la perdías. Sean como sean esos recuerdos nos rodean, y nos persiguen a todos lados, a veces simplemente sonreímos al recordarlos o se nos corta el cuerpo de tal manera que se hace insoportable. Y a Amelia, aquellos lugares le recordaban a un padre que siempre la había atormentado y a una madre que ya no estaba a su lado, a una vida que, por una parte, deseaba borrar y por otra que deseaba recuperar.

Pero, lo que también había aprendido Amelia con los años, es que todas esas cosas que nos hacen recordar son simples símbolos a los que podemos cambiar el significado. Un lugar, una canción, un beso o simples frases son solo eso, y cobran el significado que les queramos dar, y la vida ya es demasiado triste de por sí como para darle a cosas sin importancia significados tristes, como a una simple calle. Por tanto, se encontraba caminando con la decisión de quedarse con el recuerdo de los momentos felices, y poder reconstruir nuevos significados sobre aquellas cosas que solo la hacían revivir malos momentos.

Después de un buen rato deambulando, sus pies la llevaron sin darse cuenta hacia su verdadero hogar, y sonrió cuando aquel olor a las mejores croquetas del mundo había llegado hacia ella y supo que, efectivamente, estaba en casa. Cruzó las puertas del Asturiano por primera vez en seis años y casi se le saltaron las lágrimas, demasiados recuerdos de ese lugar, y la única tristeza que podría traerle aquel sitio, era que ya no estaba tras la barra su pitufa para recibirla con una gran sonrisa, con esa que Amelia sabía que siempre tenía reservada para ella. Cuanto la echaba de menos.

- Pero bueno, ¿Quién tenemos aquí? A la charrita más guapa de todo el barrio. – interrumpió Pelayo sus pensamientos.

Amelia sonrió y se acercó hasta el a la barra.

- Eso es lo que le dice usted cada vez que ve a sus nietas.

- Pues precisamente por eso. – y el corazón de Amelia se derritió al ver como seguía siendo una más en aquella familia. – Venga, siéntate en la barra aquí con este vejestorio mientras te pongo unos churros con un café bien caliente.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora