23. Perdonar y agradecer

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Luisita estaba nerviosa, muy nerviosa. Le sudaban las manos y temblaba un poco. Conforme habían pasado esos días de reconstrucción, se había dado cuenta de que no sólo se había extrañado a sí misma, sino que había otra persona que había perdido durante aquella relación y cada día echaba más de menos. Ya no lo aguantaba más, ni quería aguantarlo, era hora de enfrentarse a sus errores. Tenía que recuperarla y estaba dispuesta a pedírselo de todas las maneras posibles, porque había sido una de las mejores cosas que nunca le había pasado. Por eso el día anterior le mandó un mensaje para quedar y poder hablar, y aunque la otra persona parecía algo reticente, acepto sin hacerse de rogar. Así que si, Luisita estaba muy nerviosa por si aquella conversación no salía como deseaba.

Miró por última vez la fachada de King's y respiró hondo antes de entrar. La conocía, sabía que era muy puntual, así que era probable que ya estuviera ahí. Bajó las escaleras y lo primero que vio fue a su hermana tras la barra mandando reponiendo algunas bebidas, se acercó hasta ella, y en cuanto María la vio, su cara reflejaba lo mucho que le extrañaba ver a su hermana ahí. Luisita ya había vuelto a incorporarse al trabajo en el King's, pero eso no explicaba su presencia.

- ¿Qué haces aquí, Luisi? Hoy no tienes turno.

- Ya, pero he quedado.

María la miró un segundo y sonrió.

- Ya me extrañaba a mí verla aquí.

- ¿Ya ha llegado? – preguntó con nerviosismo sin tan siquiera querer girar la cabeza por miedo a encontrarla.

- Si, aunque no hemos hablado, sólo me ha saludado de lejos. Está más nerviosa que tú, si es que eso es posible.

- ¿Y tú qué sabrás?

- Pues porque la conozco, Luisi, ha sido tu mejor amiga media vida, además de nuestra compañera de piso, y por eso también sé que no tienes nada de lo que preocuparte, va a salir todo bien.

Luisita volvió a respirar hondo, intentando tranquilizarse porque en el fondo sabía que su hermana tenía razón.

- Bueno, pues voy a buscarla.

Antes de que pudiera alejarse, su hermana la llamó por última vez.

- Oye, Luisi. – esperó a que la rubia se girara para mirarla y volvió a sonreírle. – Estoy muy orgullosa de ti.

Luisita sonrió y volvió a coger aire antes de dirigirse a las mesas. No le costó mucho encontrarla, primero porque esa tarde no había mucha gente en el King's, y segundo, porque Marina la miraba fijamente. En cuanto sus miradas se encontraron, el corazón de la rubia dio un vuelco, por mucho que la había extrañado, por lo muy avergonzada que se sentía. Llevaban siete meses sin verse y sin hablarse, y eso era mucho para dos mejores amigas como ellas, que lo habían sido todo la una para la otra desde que tenían catorce años. Su hermana tenía razón, Marina también parecía evidentemente nerviosa y no paraba de mirar a su alrededor, pero finalmente, para sorpresa de la rubia, sonrió, y Luisita no pudo evitar imitarla, dejando que aquel gesto la tranquilizara. Se sentó frente a ella y se preparó para intentar ganarse un perdón que sabía que no merecía.

- Hola.

- Hola Luisita.

Ambas seguían con aquellas sonrisas nerviosas en sus caras sin saber muy bien qué decir después de tanto tiempo, ni por donde empezar.

- ¿Qué tal estás? – rompió el hielo la rubia.

Marina la miró unos segundos, haciendo que tardara en contestar, pero para el alivio de la rubia, finalmente lo hizo.

- ¿Sinceramente? Estoy bastante incómoda. – y volvió a mirar a las personas que las rodeaban.

El pecho de Luisita se hundió, porque aquello no había empezado como esperaba.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora